EL PAíS • SUBNOTA
› Por Por Roberto Marafioti *
La figura de Cobos adquiere relevancia nacional a partir de un hecho temerario que se puede calificar de traición. El término resulta infeliz o por lo menos excesivo cuando se refiere al universo de la política. Califica demasiado al protagonista y hace olvidar situaciones similares que no se juzgan de modo tan contundente. La figura de la traición remite de inmediato a Judas pero, al mismo tiempo, la historia está plagada de actores que se cambiaron de bando manteniendo un papel protagónico. Eso sugiere la necesidad de ahorrar adjetivos terminantes. En definitiva, política y moral no hacen buenas migas.
El caso de Cobos no es un caso menor. Una decisión improvisada en una madrugada febril lo catapulta al podio de los elegidos y elegibles. Vuelve a su provincia en medio de un viaje único y apoteósico. Sería interesante que el personaje expresara con extensión y profundidad el contenido de su pensamiento. Seguramente caería en picada. Apuesto que sólo se encontrará un vacío inconmensurable. Hay, sí, una imagen construida de político light, que evita la confrontación o los términos taxativos y eso se corresponde con un sector de la sociedad que ve en los matices, en los pliegues, valores destacables. Pero se trata sólo de actitudes que, para algunos, se corresponden con los tiempos. Por su parte, algunos medios necesitados de construir figuras opositoras imaginan un personaje que también a ellos decepciona.
Otro punto es que su figura enseguida obliga a ponerlo en relación con otros que se ubicaron en el mismo sitio y que no quedaron bien parados cuando adoptaron posiciones definitivas. Eso explicaría, en parte, su vocación de permanencia en un sitio molesto. Aunque también sería conveniente recordar el sector político de procedencia.
En la Argentina de hoy, el oficialismo mantiene, aun en medio de las circunstancias actuales, una vigorosa capacidad de reacción que ningún otro sector ostenta. Para bien o para mal suyo, Cobos está en el medio de esta realidad. Se puede optar por emprender una cruzada en su contra, pero habría que medir los costos. Otra opción sería dejarlo actuar: se verá que no es demasiado lo que allí puede surgir. La política se encargará de hacer su trabajo ordenando las cosas. Las estrellas fugaces en el futuro nunca son más que eso, fugaces.
* Semiólogo, profesor de UBA y UNLZ.
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