EL PAíS • SUBNOTA › EL PRIMER MATRIMONIO IGUALITARIO FUE EN FRíAS, SANTIAGO DEL ESTERO
Miguel Angel y José Luis se conocieron en Mar del Plata y vivieron en Congreso antes de ir a Frías. Dicen que no se propusieron ser los primeros y que se casaron temprano para preservar su privacidad. Ganaron la luna de miel en México.
› Por Pedro Lipcovich
“Nunca sentimos, en esta pequeña ciudad, ninguna discriminación: tal vez porque nosotros mismos nos hemos comportado siempre como señores, con educación y respeto; pero también porque Frías es un lugar de gente humilde, y la gente humilde suele aceptar de manera auténtica la homosexualidad –cuentan Miguel Angel Calefato y José Luis Navarro–. Distinto es en la clase media alta, donde hoy tener un amigo o un homosexual es interesante y queda bien.” Miguel Angel, de 65 años, y José Luis, de 54, se casaron ayer en esa localidad santiagueña donde residen desde hace seis años. Ya estaban en pareja desde hacía 27 años y la mayor parte de ese tiempo habían vivido en la ciudad de Buenos Aires. Dicen haber adelantado la hora de la ceremonia para preservar su privacidad, y efectivamente se casaron a resguardo de periodistas, fotógrafos y curiosos. Así resultaron ser la primera pareja en casarse tras la aprobación de la ley de matrimonio igualitario; y por ello, de paso, recibieron la promesa de un viaje a México. En su diálogo con Página/12, prefirieron tomar distancia del glamour y subrayar que, en la pequeña ciudad donde eligieron vivir, su matrimonio fue recibido con calidez: “La aceptación es también algo que uno se gana, ¿no?”.
Se conocieron en un veraneo en Mar del Plata, hace 27 años. José Luis estaba casado (si ya hubiera regido la ley actual, haría falta aclarar que con una mujer). Al poco tiempo se separó y los dos fueron a vivir juntos, en Buenos Aires. “Vivíamos en el barrio de Congreso –recuerda José Luis–. Allí uno puede ser anónimo pero de todos modos nunca ocultamos nuestra relación ni nuestra condición. Y, como siempre tuvimos muy buen vínculo con nuestras familias y con la gente que nos rodeaba, no sentimos necesidad de ningún ocultamiento. Creo que eso forjó nuestra forma de ser como para que, al llegar a esta ciudad pequeña, de 30 mil habitantes, ya nuestra actitud de vida estuviese bien definida.”
José Luis es arquitecto. Miguel Angel se jubiló como empleado administrativo y colabora en el estudio de su pareja. José Luis es cordobés, de Deán Funes, y Miguel Angel es porteño, del barrio de La Boca. “Vinimos a Frías hace seis años –recuerda José Luis–. Un hermano mío ya vivía aquí, con su señora, sus hijos y nietos. Desde hacía muchos años yo hacía intervenciones arquitectónicas en la ciudad; surgió un trabajo que requería más tiempo, decidimos venir por un par de años, nos gustó y terminamos quedándonos.”
Suele suponerse que la discriminación es mayor en un pueblo de provincia: “Acá no se conocía una pareja gay con nuestras características –contesta José Luis–: tantos años de estar juntos, una actividad profesional. Creemos haber sido respetuosos con el pueblo de Frías y hemos recibido de ellos el mismo respeto. Jamás hemos sentido aquí ningún tipo de discriminación; quizá la haya pero no nos dimos cuenta; quizá por estar tan seguros de lo que somos y hacemos, no permitimos que nos influyera ningún tipo de discriminación”.
Miguel Angel corrobora: “Siempre nos comportamos como dos señores, con educación y respeto”. Y agrega: “Frías es un pueblo donde la mayoría de la gente es humilde, y la gente humilde tiene muy buena aceptación con la homosexualidad; la gente humilde, buenaza, si uno la trata bien responde de la misma forma”.
En cambio, sostiene Miguel Angel, “en otras clases sociales hay más gente ‘careta’. No todos, por supuesto, pero, de la clase media para arriba, mucho tiene que ver con el glamour: tener al lado una persona homosexual, como amigo o seudoamigo, es interesante, simpático, cae bien. Por supuesto, en cada caso hay gente que es distinta, no se puede generalizar”.
¿Cómo, por qué llegaron a ser la primera pareja del mismo sexo en casarse por la nueva ley?
“Desde hacía tiempo teníamos ganas de hacerlo. Por vivir un poco alejados, se nos hacía difícil empezar con juicios, como hizo otra gente. En cuanto el Senado sancionó la ley, empezamos los trámites. Habíamos elegido este viernes porque nos venía bien el día, no nos propusimos exactamente ser los primeros”, contesta Miguel Angel.
José Luis señala que “la ceremonia estaba programada a las 9 y media pero los periodistas, la televisión, nos superaron. Nosotros nos hemos acostumbrado a la tranquilidad santiagueña, tenemos otro ritmo. Lo llamé al jefe del Registro Civil y le dije que no quería eso, no quería un montón de gente en la calle para mi casamiento. Claro que él no podía prohibir que se juntaran los medios. La única solución, me dijo, era adelantar la ceremonia, y eso hicimos: a las ocho menos cinco estábamos allí con los testigos. No éramos más que cinco, más el personal del Registro Civil. Algo simple, tranquilo. Después, al mediodía, hicimos un almuerzo en nuestra casa para la familia, sin prensa ni fotos”.
Ninguno de los dos ha sido militante por los derechos de las minorías sexuales “pero hemos seguido cada una de las luchas. Y, cuando se promulgó la unión civil en la ciudad de Buenos Aires, fuimos de los primeros en hacer uso de ese derecho”, recuerda José Luis.
Ayer a la tarde, los llamaron desde la Secretaría de Turismo de México DF para anunciarles el premio de un viaje a esa ciudad, ofrecido a los primeros en casarse en los países y ciudades del mundo donde se promulgue el matrimonio igualitario.
También recibieron recompensas más discretas: “Por lo que nos comentaron familiares y amigos, Frías ha vivido esto con buen interés. Hoy mismo, después de la ceremonia, pasó frente a la puerta de casa una moto con dos adolescentes: tocaron la bocina, levantaron la mano con el pulgar hacia arriba en señal de aprobación. Un operario de la construcción que trabajaba al lado de casa me felicitó, y no sé quién es –cuenta José Luis–. Creo que la aceptación también se gana, ¿no?”.
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