EL PAíS • SUBNOTA › EL TESTIMONIO DE MABEL ALONSO
› Por Alejandra Dandan
Mabel Alonso estuvo secuestrada veinte días en El Vesubio. Una patota llegó a su casa buscando a su marido y a un compañero. Luego de esperarlos durante toda una noche, al mediodía decidieron secuestrarla a ella. Era 31 de agosto de 1977. Mabel tenía cuatro hijos de 16 años, 12, 5 y de 45 días. Los pusieron a todos en un cuarto, le dijeron a ella que se cambiara y poco después la cargaron en un auto en dirección a la rotonda de San Justo, la obligaron a vendarse y la entraron a lo que años después identificó como El Vesubio. Durante la estadía en el centro clandestino conoció a Marcela, una chica de 12 años, de la misma edad de una de sus hijas, secuestrada luego de un operativo en el que habían matado a sus padres. No sabe más datos de Marcela. Mabel contó que los represores la obligaban a disfrazarse con pelucas, tacos y vestidos de mujer para sacarla a la noche, a dar vueltas en los bares para identificar a otras personas.
Mabel narró: “Cuando entro, me tienen un rato, y como no hablaba me dicen que me van a hacer hablar por la fuerza, me piden que me desnude, una cosa violenta, porque eran todos hombres, pero no me queda otra, me picanean”. Estuvo tres días así, un rato con picana un rato no. Luego la llevaron a la casa tres, destinada a los alojamientos. “Me tiran en el piso porque no había colchones, con una frazada en el suelo, me tienen atada contra una pared con grilletes”.
Había una chica, dijo, rubia, de pelo ondulado, pintora y psicóloga, que se puso muy mal, y se golpeaba la cabeza contra una pared. A la chica se la llevaron, Mabel no volvió a verla, pero le dieron su celda ubicada en el sector de las mujeres. Ahí estuvo con Susana Reyes, embarazada. Con Violeta Sayago, a la que le habían dicho, contó, que se quedara tranquila, que a su hijo de 14 años que había sido secuestrada con ella lo iban a sacar para devolverlo a la casa. “Sé que está desaparecido”, dijo. Mencionó además a Norma, una hepatóloga del Hospital Fernández, y a Graciela Moreno, la madre de Juan Sebastián y de Esteban, que seguían su declaración sentados metros al fondo.
Uno de sus torturadores era el Polaco, dijo sobre Víctor Salvador Chemes, uno de los acusados. Habló del Sapo, el alias de Roberto Carlos Zeoliti, que una vez les contó que su esposa no sabía que él estaba ahí, que pensaba que era un albañil. Ella lo señaló en la audiencia. Señaló a Pancho, el Nono y el Vasco. También al Francés, el ex jefe de Inteligencia del Ejército Gustavo Cacivio. Enseguida mencionó a Marcela, una niña de 12 años que tenía la misma edad y el mismo nombre que una de sus hijas, por eso, “cuando la escuché, pensé que era ella”.
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