EL PAíS • SUBNOTA
- Motoqueros. En lo que ya es un clásico de las luchas ciudadanas, los motoqueros agrupados en Simeca (el Sindicato de Mensajeros y Carteros) también dijeron presente en la marcha de ayer. A las 16.30, bien puntuales, ya habían cruzado sus motos frente al Congreso, delante de la columna de la CTA. Vestidos de negro y con las chalequeras del sindicato, los cadetes se plantaron sobre la calle Entre Ríos y durante toda la movilización no dejaron de hacer sonar sus bocinas al ritmo de los bombos.
- Radicales, no. La llamativa comunión entre todos los partidos de izquierda presentes se transformó en una breve lucha conjunta cuando, llegando al Obelisco por la avenida Corrientes, los movimientos se cruzaron con una columna de la OTR, la organización sindical de la UCR. Al grito de “¡Sinvergüenzas!”, los radicales fueron abucheados por varios militantes, entre ellos los del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), quienes bandera en mano los acusaron de “hijos de puta”, entre otras cosas. El pequeño grupo radical se alejó del montón y culminó allí su apoyo.
- Quebracho. Las distintas columnas venían llegando a la plaza sin mayores problemas, hasta que a las 19 el grupo Quebracho se hizo notar. Primero esperaron sobre la Avenida 9 de Julio alrededor de fogatas que habían encendido en el asfalto con bolsas de basura acumuladas luego de varios días de paro de recolectores. Más tarde, unos cincuenta militantes de la organización que avanzaban por Avenida de Mayo se anticiparon al resto de los manifestantes y fueron corriendo hasta las vallas que rodean la Casa Rosada para intentar derribarlas. Con palos y cachiporras similares a las que tiene la policía, los encapuchados emprendieron la retirada cuando se acercó la guardia de infantería.
- Dolor. Una de las escenas más tristes que se vio ayer fue el llanto de Estefanía, la hija de Elsa Rodríguez. La familiar de la mujer que el miércoles recibió un balazo en el cráneo y que ayer continuaba en terapia intensiva (ver página 6) lloró durante toda la marcha, que encabezó junto a la columna del PO. Muy emocionada y preocupada por el estado crítico de su madre, se negó a hablar con la prensa y no subió al escenario que el partido montó de espaldas a la Casa Rosada.
- Hebe. La primera adhesión que se leyó en el acto principal fue la de la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. La presidenta de la organización envió su apoyo a los trabajadores tercerizados, repudió las patotas de la burocracia sindical y pidió “cárcel para los asesinos” de Marcelo Ferreyra. “Nos oponemos a las balas, vengan de donde vengan”, sostuvo.
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