EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Fortunato Mallimaci *
“En un periquete, Néstor Kirchner activó a su
Congreso remolón y le mandó instalar el Día del
Guerrillero, que de eso se trata, y no del llamado
Día de la Memoria... instalando en los niños de
las escuelas la idea de que ellos eran sólo unos
pobres muchachos románticos.”
LNP, 18 de marzo 2006
Una vez más, elogiando al militar degradado y condenado Emilio Massera, el diario de la familia Massot mostró su admiración por los terroristas de Estado y su odio visceral a la democracia y a la ampliación de derechos “a otros y a otras”. Nada nuevo bajo el sol para los que nacimos, vivimos y militamos en nuestra juventud bajo la hegemonía mediática de La Nueva Provincia, LU2 y Canal 9 en Bahía Blanca. Por eso, la mayoría de las manifestaciones populares en los ’60 y ’70 tenían por objetivo las vidrieras del diario local.
La guerra justa, la guerra santa y la cruzada a muerte contra todo aquello que sonara a “subversión” y que contrariara sus principios “occidentales y cristianos”, encontraron en sus páginas, en sus comentarios radiales y televisivos un estruendoso eco, apoyo, financiamiento y difusión. Eran coherentes, estaban convencidos, no dudaban, luchaban hasta el final, se sentían cumpliendo una misión sagrada a fin de conseguir sus objetivos no celestiales sino bien terrestres: el mejor enemigo es el enemigo muerto, torturado, detenido-desaparecido. Propagaron la consigna de que la sangre de los “subversivos” era necesaria para redimir la Argentina católica, la auténtica, la verdadera.
Fueron –y son– voceros del poder militar, político, económico, sindical, eclesiástico y académico de la ciudad y la región. Ningún actor dominante quería –quiere– prescindir de su apoyo. Por eso también combatieron –y combaten– toda expresión democrática y popular.
En la década del ’70 –mucho antes de que el golpe cívico-militar–religioso de 1976– colaboraron con la Triple A en el señalamiento y la eliminación de numerosos militantes que cuestionaban sus valores de orden, patria, familia y dios. ¡Cuántos amigos y amigas fueron masacrados en Bahía Blanca y alrededores con y por sus denuncias, sospechas y fichajes! Festejaban cada uno de esos asesinatos junto a sus amistades de la Base Naval de Puerto Belgrano o del V Cuerpo de Ejército. Encubrieron y justificaron todos los crímenes. Sus elogios a Saccheri, Tortolo, Remus Tetu, Massera o al general Vilas inundaron sus páginas queriendo mostrar que “eso” era todo el país, toda la Argentina.
Tocaron el cielo con las manos el 24 de marzo de 1976. Eran católicos y militares hasta los tuétanos y así concibieron el exterminio de los enemigos internos de uno y otro lado. Su sistemática prédica contra el cristianismo liberacionista y la militancia popular es apenas una muestra de ese vínculo perdurable.
Fue uno de los pocos –quizás el único– medio periodístico que tuvo conocimiento previo de la aventura de Malvinas. Y su apoyo fue nuevamente total. ¡La guerra, siempre la guerra, los entusiasmaba!
La democracia no estaba ni está en sus planes. Los perturba y los disloca. La sangre de los dos delegados gremiales de La Nueva Provincia y de los cientos de presos, asesinados y detenidos-desaparecidos en Bahía Blanca mancha a los Massot y sus cómplices locales y nacionales. Cómo olvidar la larga lista de “personalidades” que, sin pudor, publicaron obituarios en el diario La Nación el día de la muerte de la dueña del diario, Diana Julio de Massot, hace pocos meses.
También los desestabilizan los actuales logros en la búsqueda de justicia. Los Juicios por la Verdad, impulsados en soledad por el fiscal Cañon, mostraron que aun en ciudades que se suponen disciplinadas y controladas es posible abrir brechas y recorrer el camino de memoria y verdad.
En estas semanas están por comenzar los juicios a los responsables del terrorismo de Estado en Bahía Blanca. Cuando las sentencias sean dadas, los culpables sean encarcelados y podamos reivindicar a todas nuestras víctimas, veremos que más allá de las escandalosas tapas de La Nueva Provincia hay crecientes sectores de la sociedad bahiense que se indignan y alimentan nuevas esperanzas. Los que creyeron manejar vidas, tiempos y alegrías están ya rindiendo cuentas.
* Doctor en sociología.
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