- Pollitos. Los “pollos de Urribarri”, como se los conoce, ya son todo un tema. En realidad no son del gobernador de Entre Ríos sino de un empresario de su provincia, dueño de la firma Las Camelias. Resulta que cerraron un acuerdo para vender aves en Kuwait y Qatar pero por aquí no quieren saber nada con los pollos de dos kilos y medio que habitualmente produce la granja. “Acá consumen un pollo de 800 gramos”, explicaba Urribarri. Ahora quedaba por arreglar los detalles para la producción y entrega de los pollitos, casi cruza con codorniz.

- Alcohol. Cerca de Urribarri, el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, bromeaba: “Nosotros vamos a venir a vender vino salteño”, a propósito de la prohibición en los países árabes al consumo de alcohol. La cuestión, casi anecdótica al comienzo, empezó a generar inquietud en miembros de la delegación argentina que ya acumulan varios días sin probar bebida espirituosa alguna. Ya entrada la noche corrió la voz de que en un pub irlandés que funcionaba dentro de un hotel internacional vecino despachaban bebidas hasta las 2 AM, y hacia allí fueron algunos con cara de quien le vuelve el alma al cuerpo.

- Agua. Los empresarios argentinos tuvieron oportunidad ayer de presentar sus proyectos de inversión ante el fondo soberano de Qatar. Nicolás Petreanu, de la firma Endriven, llevó su propuesta para instalar una forma especial de riego y hacer cultivable una zona de la Patagonia. Los qataríes le comentaron que su país –que se calcula que cuenta con reservas de gas y petróleo como para cien años– apenas tiene reserva de agua potable para dos días. Si fallara la planta que desaliniza el agua de mar, sólo podrían abastecerse por 48 horas.

- Futurama. Doha está planteada como una ciudad del futuro con buen gusto. Un gran barrio Puerto Madero, pero con torres más altas y de formas exóticas, que está todavía haciéndose, con muchos más edificios en construcción y obreros –indios, africanos o de Bangladesh– trasladándose de un lado al otro. El centro, más sofisticado aún, parece exclusivo para millonarios, con shoppings con marcas carísimas y casi sin veredas para peatones, obligando al traslado en auto.