EL PAíS • SUBNOTA › LA ACTITUD DE HIJOS Y ABUELAS
› Por Alejandra Dandan
Mientras el juicio avanzaba, Paula Eva Logares se puso a mirar a la cara a cada uno de los represores acusados. Una de las secretarias del Tribunal Oral Federal 6 leía la lista de casos, los 34 casos por los que cada uno de ellos va a ser juzgado durante los próximos meses de debate. “Para ellos nosotros sólo éramos un caso”, dijo Paula ayer. “Pero nosotros, mientras íbamos escuchando nuestros nombres, los mirábamos para ver si se les movía la cara, si aparecía al menos un gesto, algo raro, algo para ver si no tienen que decirnos algo.”
Ese algo es lo que todavía esos hombres no dijeron, y no sólo Paula sino algunos otros de los hijos de víctimas y sobrevivientes que estaban allí y también las viejas abuelas, quienes integraron las Abuelas de Plaza de Mayo e impulsaron hace demasiado tiempo estas causas, siguen esperando que hablen. Que pase algo, que digan, se muevan.
Paula Eva es hija de Mónica Sofía Grinspon y Claudio Ernesto Logares, tenía 23 meses cuando la secuestraron con sus padres el 18 de mayo de 1978 en Uruguay. A sus padres los llevaron al Pozo de Banfield, luego de un paso por la Brigada de Investigaciones de San Justo. A ella se las robaron entre el primer momento y el traslado al centro clandestino de Banfield. Fue apropiada por Rubén Luis Lavallén, subcomisario de esa Brigada, y por Raquel Leiro. El 13 de diciembre de 1984 conoció su identidad: fue la primera nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo reconocida por vía judicial y mediante un análisis de sangre. En este momento es una de las querellantes de la causa.
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