EL PAíS
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Todo armado, desde la fuga hasta el sumario
› Por Horacio Cecchi
El 13 de octubre del 2000, tras pagar para que le abrieran las puertas, el detenido Ramón Quinteros se fugó “imprevistamente” de la 6ª de Morón. Cuando lo recapturaron entró gritando “Barrios hijo de puta, me cagaste diez mil pesos”. Barrios viene a ser el cabo primero de la cerradura. El titular de la 6ª, Marcelo Andrade, cubrió al cabo y le tiró el fardo al subcomisario Héctor Beccaría (según los presos, “un molesto para la patota porque no transaba”), declarando que la fuga ocurrió el domingo 15, cuando estaba de guardia Beccaría y no el viernes, que era su propio turno. En defensa de Andrade salió el entonces jefe de la Departamental Morón y hoy jefe de jefes, Alberto Sobrado. Beccaría cayó en manos de Asuntos Internos. No consideraron pruebas a su favor, no atendieron sus denuncias, y le abrieron dos sumarios más por inconducta. Como instructor le tocó Luis Giordano. El 30 de diciembre pasado, para sacarse de encima a Beccaría y un caso que se empiojaba, Giordano pidió que lo declararan insano. Tres semanas después detenían al instructor por extorsión a otro policía (ver aparte). A los que dijeron la verdad de lo ocurrido los castigaron: uno está preso, una agente fue exonerada, y uno está muerto de un curioso autodisparo accidental. Al resto, los acusaron con faltas menores a las que correspondían. Tres de ellos tuvieron premio: con sumario abierto fueron ascendidos.
Los muchachos de Asuntos Internos vienen a ser la guardia pretoriana que custodia el sagrado bien de las investiduras policiales. Como tales, pusieron sus manos en los sumarios 21100-500 ISA 2089/1000, 21100077.671/02 ISA 4496/02 y 21100-194.952 ISA 4789/802, respectivamente por la fuga de la 6ª de Morón, por una huelga de hambre y por un exceso de defensa. En los tres, el acusado es Beccaría, aunque en la primera fue acompañado por una decena de uniformados que lo siguieron con suertes diversas. Los tres sumarios conforman una increíble historia con la firma de la guardia pretoriana.
El primero de los sumarios acumuló nueve cuerpos (1800 folios) y ya se le cayó un instructor (Luis Giordano, detenido por extorsión en otro caso). Es la causa originaria y se inició por la fuga. En la 6ª de Morón, más conocida como comisaría de El Palomar, Héctor Beccaría era el segundo jefe. A cargo estaba Marcelo Andrade, de igual jerarquía (subcomisario) pero colocado allí por el entonces jefe de la Departamental Morón, Alberto Sobrado. En junio del 2000 cayó detenido “el Enano” Ramón Quinteros, de escaso prontuario. Al poco tiempo, el cabo primero Mario Barrios le comunicó la posibilidad de fugar. Le facturaron 10 mil pesos, según declararon después Melina Guerra (la pareja de Quinteros que entregó el sobre a Barrios), Hilda Campos (madre de Quinteros), y el propio Quinteros (que jamás fue citado ni por la fiscalía ni por los pretorianos). “Quería 10 mil –declaró Melina–. Le pedí una rebaja pero dijo que no podía porque no era para él solo.” El dinero lo consiguieron vendiendo una moto Ninja y un Peugeot 505 del ‘82, además de unos ahorros. La entrega se hizo el jueves 12 de octubre, en la pizzería Tuyú, frente a la estación de Caseros. “Mañana, después de la visita, tenés a tu marido en casa”, prometió el cabo, que el viernes estaba a cargo de la puerta de las celdas.
Y el viernes, a la medianoche, Quinteros apareció por sus pagos. Testigos de la visita fueron su mujer, su madre y la pareja, Javier Rodríguez. Ese viernes, a cargo de la 6ª estaba Andrade. Pero la fuga saltó recién el martes siguiente, cuando la informó el mismo jefe. En realidad, no hizo un mea culpa sino que anunció que el “Enano” se había escapado el domingo a la noche, atravesando los pasaplatos, cuando de guardia estaba Beccaría, inmediatamente sumariado por Asuntos Internos.
Beccaría, ese mismo día, llevó como testigo a la misma comisaría a Hilda, la madre de Quinteros, que había visto a su hijo el domingo al mediodía. El miércoles, una comisión encabezada por Melito recapturó a Quinteros. El propio Sobrado aseguró que Andrade había participadoheroicamente en la captura, aunque Andrade jamás figuró en la lista de quienes intervinieron. “Lo querían matar para que no hable”, reveló un investigador del caso. Pero Melina, embarazada y con un bebé en brazos se interpuso. A Quinteros lo llevaron detenido. Cuando entró a la comisaría gritaba “¡Barrios, hijo de puta, me cagaste la guita!”, mientras el cabo pasaplatos ponía cara de poker.
Beccaría aportó infinidad de pruebas, demostró que las pericias policiales habían duplicado el tamaño del pasaplatos para que Quinteros pudiera haber pasado cómodamente, presentó los testimonios de Hilda y Melina; el de la agente Teodosia Coronel, luego expulsada de la policía; el del oficial Martín Drago, hoy congelado; el del oficial Juan Luna, hoy preso por una extraña violación (a la supuesta violada le quemaron la casa para intimidarla); el del detenido Antúnez, hoy preso en General Alvear; el del sargento Julio Potes, que fue trasladado a una oscura oficina de expedientes; el del oficial Carlos Almaraz, que es arrestado cada 15 días; y el del cabo primero Mariano Yonis, que se disparó sin querer su arma. Jamás logró que Quinteros fuera citado, aunque él mismo presentó una desgrabación de una conversación telefónica en la que el “Enano” relata la otra cara de los hechos.
Pero en contra, Beccaría tenía a la guardia pretoriana. Como no le daban lugar a sus reclamos, el subcomisario inició un ayuno. Lo sumariaron por falta grave de conducta: pese al magro sueldo, los bonaerenses están obligados a comer. Presentó un escrito durísimo, denunciando los derechos conculcados, y le iniciaron otro sumario por exceso de defensa de sus derechos. En los dos últimos sumarios le tocó como secretario el instructor peluquero. Luis Giordano, para sacarse de encima el molesto aguijoneo, el 30 de diciembre pasado pidió una junta médica para determinar la insania de Beccaría, con lo que mataba dos pájaros de un tiro: se sacaba de encima al subcomisario y se declaraban nulas todas sus pruebas. No tuvo tiempo de conocer la respuesta: el 22 de enero lo detuvieron acusado de extorsionar al comisario Edgardo Vila (ver aparte).
Pero el peluquero era uno más en el engranaje, según sospecha la Justicia que investiga a otros 15 muchachos de A.I. En realidad, mientras que a Beccaría le aplicaron un artículo que habilita a expulsarlo, al resto (los que declararon conforme la versión Sobrado-Andrade) los acusaron por negligencia grave. Es más, el oficial inspector Sergio Sánchez, fue ascendido a principal. El oficial ayudante César Páez trepó a subinspector, y el oficial inspector José Gallardo ahora ostenta galones de principal. Los tres estaban tan sumariados como Beccaría, con lo que se sospecha que alguien cajoneó los legajos. Entre los sumariados también se encuentra un suboficial cuya protección se tornó imposible: el sargento Carlos Leiva, que nadie sabe si tuvo que ver en el asunto de la fuga porque no declaró. Está prófugo, acusado de haber participado en el homicidio de los piqueteros Santillán y Kosteki.
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Todo armado, desde la fuga hasta el sumario
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