EL PAíS
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¿Y arriba y arriba?
› Por Martín Granovsky
La detención del comisario Rubén Santos puede ser el principio de una pesquisa que termine en la prisión del ex secretario de Seguridad Enrique Mathov, del ex ministro del Interior Ramón Mestre y del ex presidente Fernando de la Rúa. Esa es la cadena de mandos que esa tarde del 20 de diciembre del 2001 controlaba los instrumentos de violencia monopolizados por el Estado.
A la jueza María Servini de Cubría le espera todavía un trabajo durísimo. Debe concluir por establecer los hechos que indican la participación policial en las muertes producidas en el centro de Buenos Aires el último día del mandato de De la Rúa, luego conectar hechos con sospechosos y, más tarde, ir hacia arriba, de los mandos de la Policía Federal al poder político.
En la Justicia las cosas recién empiezan. Será útil conocer nuevos detalles de los argumentos de defensa de Santos. Hasta ahora no se movió de un esquema: actuó por orden superior, no hizo nada malo y, si hubo algo malo, fueron sus subordinados. Es difícil entender cómo un comisario inspector, Orlando Oliverio, se haya encargado personalmente de disparar contra el ciudadano Alberto Márquez, al menos según la sospecha de la jueza. Si se prueba la acusación, quedarán tres posibilidades: primera, Oliverio es un sádico; segunda, Oliverio cumplió órdenes; tercera, Oliverio fue el jefe de un comando que mataba selectivamente en medio de una represión confusa.
En cuanto a las responsabilidades políticas, ninguno de los ex funcionarios se portó como un valiente, empezando por De la Rúa, que antes de huir dijo que quien dio la orden de reprimir con salvajismo fue la ley. Una doctrina animista igual a explicar que el corralito fue ordenado por la economía.
De aquí en adelante, la pregunta es si Mathov, De la Rúa y Mestre dirán que los actos de Gobierno no son judiciables. Lo dijo Carlos Menem y triunfó. La apuesta, para ellos, consistiría en que alguien crea que matar gente indefensa es un acto de gobierno, o que sea cierto que, como dijo Santos con criterio dictatorial, el estado de sitio está por encima de la Justicia.
Santos preso y la Corte en el banquillo: ayer fue un día interesante. Pero no conviene caer en el exitismo. Es preferible seguir de cerca el proceso por la masacre del 20 de diciembre y vigilar que en la nueva Corte no se cuele ningún dinosaurio. Este país ya tiene su dosis de impunidad cubierta y no soporta un gramo más.
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