Dom 22.05.2011

EL PAíS • SUBNOTA

La Acrópolis no se toca

› Por Mario Wainfeld

La frase recorre el mundo, en tiempo real. Surge de las entrañas del poder económico: a Grecia no se le va a pedir que privatice la Acrópolis pero sí que se desprenda de buena parte del patrimonio público, empresas estatales incluidas. La Acrópolis es un techo, muy alto, testimonio de la avidez de los que ajustan. Los ciudadanos griegos no están de acuerdo, he ahí un incordio de las democracias que siempre interfieren con los mercados.

El Fondo Monetario Internacional queda acéfalo porque Dominique Strauss-Kahn (DSK) es acusado de un grave delito sexual. ¿Usted puede imaginar que un hombre tan poderoso ataque a una mujer de inferior condición social? El cronista, que conoce algunos personajes poderosos, lo considera más que posible, aunque (más vale) no sabe qué pasó en el Hotel Sofitel de Nueva York. Pero sí sabe que la mayoría de los criminales sexuales son hombres, que la mayoría de las víctimas mujeres, que hay en los distintos tipos de delito sexual una relación de poder, que hay muchas más violaciones sin denunciar que falsas denuncias.

Como sea, por gula sexual o por perversidad criminal, DSK pone en estado de asamblea al FMI. Europa cierra filas, a la voz de “aura” emitida por la canciller alemana Angela Merkel. El siguiente director (@) debe ser europeo. Es una tradición, uno de los variados repartos del mundo ulteriores a la Segunda Guerra Mundial. También es, antes que nada, una medida precautoria: no sea cosa que amanezca un nuevo diseño del Fondo más transigente con una reestructuración de la deuda griega. La Acrópolis no se toca, la libra de carne no se resigna.

En Francia, por lo que parece, el socialismo soporta bien la pérdida de DSK. Las encuestas le sonríen, parece que los franceses se sienten agredidos por el arresto del ex titular del FMI, un ataque de nacionalismo.

Una cantidad llamativa de españoles se autodeclaran indignados, se movilizan en plena vigilia electoral, ocupan las plazas y calles. No son apolíticos, pero sí críticos de los partidos políticos. La metodología cunde en muchas ciudades del continente, modelos de democracia. He ahí un incordio de los sistemas políticos cuando las izquierdas y las derechas tienen a confluir y confundirse, adivinen en qué dirección. O cuando el bipartidismo parece albergar a un solo partido.

Las situaciones evocan precedentes argentinos, con todas las notorias diferencias del caso. Los nuevos modos de protesta, la insurrección en el espacio público. El suicidio de gobernantes surgidos del voto que aplican políticas contractivas y antipopulares, recesivas por añadidura. La necedad, salvaje y recurrente, de los organismos internacionales de crédito. Nuestro país no está alejado del mundo, muchas de nuestras cuitas y respuestas amanecen en otras latitudes. El color local es fuerte, pero las condiciones de época predominan. Con abrumadora frecuencia nos asemejamos más a nuestros contemporáneos que a nuestros ancestros.

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