EL PAíS • SUBNOTA
› Por Pedro Lipcovich
“En 2002, en plena crisis, un grupo de pacientes hemofílicos golpeó las puertas de las universidades –recordó Claudio Capuano, de la Red Nacional de Laboratorios Públicos—: estaban desesperados porque se había cortado la importación y en la Argentina no se producía el Factor 8, imprescindible para ellos; uno de los pacientes llegó a encadenarse al Ministerio de Salud, eso generó toda una movilización y el Laboratorio de Hemoderivados de la Universidad de Córdoba empezó a elaborar ese producto: hoy, no sólo la Argentina se autoabastece de Factor 8, a precios mucho más bajos que los del producto importado, sino que el Laboratorio de Hemoderivados lo exporta al Mercosur.”
“Una multinacional farmacéutica, productora de una droga contra la hidatidosis, había presentado un presupuesto de 2.200.000 pesos por cien mil comprimidos –recordó Martín Isturiz, del Grupo de Gestión de Políticas de Estado en Ciencia y Tecnología—. El presupuesto fue finalmente rechazado y hoy la droga es producida por el Prosome, laboratorio público de Río Negro que, por la misma cantidad de comprimidos, cobra cien mil pesos: 44 veces menos que el laboratorio privado. Ese precio le resulta rentable, y utiliza parte de la ganancia para invertir en nuevas instalaciones.”
“Para los laboratorios públicos suele ser difícil o imposible conseguir créditos oficiales; es más fácil que el Estado los otorgue a empresas privadas –comentó Isturiz—. El Instituto Biológico de La Plata es un laboratorio público que había sido prácticamente devastado: a mediados del año pasado, la presidenta de la Nación dispuso un crédito de 3.200.000 pesos, que en este campo no es mucho dinero, pero fue suficiente para ponerlo en condiciones operativas.”
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