EL PAíS • SUBNOTA › LAS SOSPECHAS DE LA AUDITORíA
› Por I. H. y R. K.
La conducción de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo sospecha que Sergio y Pablo Schoklender, apoderados de la operatoria de la construcción de casas, desviaron los fondos con los que se debían pagar los impuestos y las cargas sociales de los trabajadores empleados en Sueños compartidos. El abogado de Madres, Eduardo Barcesat, sugirió ante este diario que las cifras serían abultadas y que ese mecanismo de defraudación explicaría lo sostenido en el escrito entregado al juez: “Entre las deudas que prima facie hemos podido determinar que registra la Fundación y los cuantiosos bienes personales y de las empresas que controlan los querellados, media una clara correspondencia”. En otras palabras, que –siempre según las sospechas preliminares de Madres– los Schoklender habrían dejado una importante deuda con el fisco, al tiempo que derivaban fondos a sus empresas y a su patrimonio personal. Tal vez a esto se refería Hebe de Bonafini cuando le dijo a Página/12 “venderemos todo lo que haya que vender para pagar las deudas”.
En principio, la auditoría que conduce un contador externo tratará de determinar si hubo una maniobra de los Schoklender y cómo se realizó. Hasta el momento, en el expediente son todas suposiciones, aunque hay algunos elementos concretos. Dos bancos, el de Santiago del Estero y el Supervielle, denunciaron operaciones sospechosas realizadas por Schoklender, quien depositó cheques de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo y del Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires y el posterior retiro de los fondos en dinero en efectivo. Schoklender ha dicho que la plata fue para pagar sueldos, pero todo deberá probarse. En el Supervielle la cuenta ni siquiera estaba a nombre de la Asociación, sino de la empresa Antártica, cuya titularidad ejerce un hombre cercano a Schoklender, Alejandro Gotkin. También hay versiones de que otros cheques de la Asociación fueron cambiados en mesas de dinero. La práctica es habitual en muchas empresas que necesitan un adelanto de fondos, pero tanto los fiscales como Madres creen que una parte no se usó para realizar pagos de la Fundación sino para derivarlos a las empresas creadas por Schoklender. En el escrito que Bonafini presentó a Oyarbide se expresa la sorpresa de que, por ejemplo, las camionetas utilizadas para trasladar a las Madres, con el logo de la Fundación, en verdad no pertenecen a la Asociación, sino a la empresa Meldorek, propiedad de Schoklender.
De acuerdo con la versión que Barcesat le adelantó a Página/12, lo que se debía hacer con una parte del dinero era pagar los impuestos correspondientes y las cargas sociales. Y esto no se habría hecho. Sin embargo, todo debe ser tomado con pinzas, porque la pesquisa recién está en los inicios. Los Schoklender argumentan que la mayoría de los bienes que se les adjudican no son de ellos, sino del financista Fernando Caparrós Gómez. También los movimientos de dinero requerirán un punteo de cuánto se sacó y cuánto se pagó de sueldos en efectivo. Y, obviamente, deberá verificarse cuánta es la deuda –si es que existe– de la Fundación con la AFIP.
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