EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
Cuando Laguna se aprestaba a viajar a Puebla para la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de 1979, las Madres de Plaza de Mayo intentaron darle una lista de sus hijos dirigida al Papa, pero se negó aduciendo que lo comprometía. Probaron entonces alcanzársela en la puerta del Paraninfo donde sesionaba la conferencia. Laguna musitó que estaba apurado y pasó de largo. Al regreso de Puebla, Laguna y el presbítero Carlos Galán renunciaron a su tarea de enlace con las Fuerzas Armadas. En una carta que envió al arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, Laguna subrayó la “total ineficacia” de ese enlace, dado que “nunca pudimos obtener un dato, ni siquiera mínimo, nada”. Pero la Comisión Permanente del Episcopado decidió que debían continuar esas pantomimas gastronómicas, que duraron hasta 1983, a razón de una por mes. Mientras revisaba papeles viejos del Episcopado, poco antes de morir, Galán encontró una copia de la carta de Laguna a Zazpe, y se la remitió a su autor con una anotación manuscrita que lo dice todo: “¡Quién nos diera poder vivir de nuevo con la experiencia adquirida!”.
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