Mar 04.03.2003

EL PAíS • SUBNOTA

El maleficio del entorno

› Por Eduardo Tagliaferro

”Es una lástima que todo terminara así”, decía compungida frente a los micrófonos de las radios una vecina de Lourdes Di Natale. La definición habla por sí misma. La frágil ex secretaria de Emir Yoma había aparecido tirada en el piso de un patio interno de su edificio, mientras sus interminables declaraciones judiciales, en las que había retratado como pocas la vida y la obra del menemismo en su apogeo, descansan dentro de voluminosos expedientes. Entre otras investigaciones, sus dichos retratan anécdotas sobre la venta ilegal de armas, el affaire IBM-Banco Nación, el Yomagate, la ciudadanía de Al Kassar, la mafia del oro, la muerte de Menem Jr y el vaciamiento del grupo Yoma. Meticulosa, detallista al extremo, muchos de los secretos del poder quedaron escritos en las agendas de la anoréxica rubia que antes de atender los asuntos del cuñado de Carlos Menem en Florida 981 había atendido los teléfonos y las preocupaciones de Ramón Hernández y de Miguel Angel Vicco en la Casa Rosada. Lo que no figuraba en sus cuadernos lo sabía por quien había sido su pareja, el abogado Mariano Cúneo Libarona, otro exponente de la Argentina de la pizza con champagne y del amarillo Versace.
“Ella estaba muy sola, muy abandonada”, señaló ayer el fiscal federal Carlos Stornelli, uno de los motores de la investigación que produjo la histórica foto de Menem bajando las escaleras de Comodoro Py junto a Cecilia Bolocco para dirigirse a su prisión en la quinta de su amigo Armando Gostanian en Don Torcuato. “Para nosotros fue una testigo importante en lo que fue la causa de las armas; de alguna manera ella fue la secretaria del poder”, concluyó Stornelli cuando fue consultado por el rol de Di Natale.
Palabras más, palabras menos, la propia Lourdes, que en septiembre pasado había cumplido 43 años, había realizado la misma pintura. “¿Quién no fue a la oficina de Emir Yoma de Florida 981? Ahí se cocinaban las privatizaciones. Pasaron Roberto Dromi, José Luis Manzano, María Julia Alsogaray, Matilde Menéndez, Erman González, todos”, comentó Lourdes a la revista Noticias allá por septiembre del ‘98, cuando el menemismo lejos de pensar en su retirada todavía especulaba con alguna alquimia que le permitiera una recontrareelección presidencial. Una especie de piedra libre para todos los compañeros. Los dichos de Di Natale remitían a los primeros años de los ‘90, los comienzos de la oleada riojana en Buenos Aires. “Recuerdo que Manzano venía con su secretario y al irse se llevaba un bolso, aunque no puedo asegurar que fuera dinero”, disparó en su entrevista con el semanario. Por cierto el retrato fue completo ya que también señaló a quienes suelen estar en la otra vereda del mostrador, o por lo menos se supone que lo están. “Venían Soldati, Macri, el ingeniero Sanmartino de Techint, que después falleció y fue reemplazado por Enaudi”, continuó la secretaria del menor de los Yoma al confeccionar el listado de los visitantes de lo que se denominó “la carpa chica del menemismo”.
Eramos tan pobres
La relación de Di Natale con el menemismo data de cuando el riojano ostentaba sus patillas a lo Facundo Quiroga y comenzaba a pelearle la interna peronista al entonces gobernador bonaerense Antonio Cafiero. Comentó que supo trabajar junto a Miguel Angel Vicco y Carlos Rotundo, en una oficina de la calle Maipú, en la que planificaban las movidas de la interna. Luego de que “el salariazo y la revolución productiva” fueron gobierno, Lourdes tuvo su oficina en la Rosada. Era la secretaria de los dos secretarios privados de Menem, Ramón Hernández y Miguel Angel Vicco. Su relación con el ex basquetbolista era muy mala. Ello no impidió que Lourdes recordará un diálogo que tuvo con Hernández: “A fines del ‘89 me dijo que con la plata que ya había hecho podía dejar de trabajar”.
Por esos milagros de la cirugía, Lourdes portaba cierto aire que la emparentaba con las mujeres del menemismo. Esos labios tan de Zulema oAmira Yoma y esos pómulos que sobresalían en un rostro que en el caso de la ex pareja de Cúneo Libarona lucía extremadamente demacrado. Sobres, sobres y más sobres, es la imagen dominante que Di Natale se llevó de las oficinas de Emir. Supo recordar que estando de licencia un día recibió el llamado de su jefe, en el que le decía que Andrés Gigena le llevaría un sobre. “Me dijo que cuando me llegara se lo mandara a código, que era Eduardito Cubría (hijo de la jueza María Servini de Cubría)”. Y si de sobres se trataba, no podía faltar el nombre de Hugo Anzorreguy, ex jefe de la SIDE. “Casi siempre mandaba a un enviado apellidado Losada, de la SIDE. Venía con un portafolios con dinero, que le llevaba a Emir de parte de Anzorreguy”, afirmó Lourdes.
Amigos para siempre
En los códigos del menor de los Yoma, el cartero Alfredo Yabrán era “el amigo” o “el paisano”. Di Natale supo admitir que solían encontrarse o en las oficinas de la calle Florida o para cenar comida árabe. No por casualidad, la familia Yoma y la familia Yabrán habían sabido vivir casa de por medio en Yabrud, Siria. Lourdes comentó que por Florida al 900 pasaban personajes como el juez Claudio Bonadío o Carlos Corach o que se armaban reuniones con la camarista Luisa Riva Aramayo. A las manos de Di Natale también había llegado una carta de agradecimiento que el hoy juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Adolfo Vázquez, le envió a Carlos Menem luego de que el Senado aprobara su pliego. “Mi muy querido Presidente Amigo”, comienza la misiva de Vázquez fechada el 7 de diciembre del ‘95. En ella el cortesano le agradece al riojano “tu propuesta y lo mucho que la defendiste”. Nada resultaba llamativo por esos días: en esa caena de relaciones cómo no iba a aparecer también Elías Jassan. Poco importaba que fungiera de ministro de Justicia.
Arma mortal
Se privatizó todo lo imaginable, se vendió todo lo vendible y lo que no se lo concesionó. Eso retrata a quien elige definirse “como el presidente más exitoso de la historia”. Claro que casi dos años después que se fue de la Rosada y a tres de las primeras revelaciones de Lourdes, la causa por la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador llevó a prisión a los dos cuñados. Las agendas de Di Natale engrosaron el expediente que fue descuartizado por la Corte Suprema y que hoy duerme en el juzgado penal económico de Julio Speroni. Por esas páginas transitaban además de Al Kassar, el coronel Edberto González de la Vega, gerente de Fabricaciones Militares, el riojano por adopción Luis Sarlenga, interventor en Fabricaciones Militares y uno de los pocos arrepentidos que muestra una de las pocas, si no la única, causa por corrupción que llegó hasta las barbas del Jefe.

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