EL PAíS
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Pegandomarcas en la memoria
Fue como un escrache al revés. Militantes de derechos humanos fueron marcando
a lo largo de 60 cuadras los rastros de personas desaparecidas.
› Por Victoria Ginzberg
La señora, parada en la entrada del edificio de Piedras 1365, vio avanzar por la calle la manifestación. Siguió con la vista a las tres chicas que se adelantaron antes de que llegaran las banderas. Una pintó de blanco el cordón de la vereda y las otras dos, rodillo y balde con engrudo en mano, se preparaban para pegar un par de papeles en la puerta de su casa. Las hojas hablaban de Carlos Jesús Fernández, quien fue secuestrado en ese mismo lugar el 28 de agosto de 1976. Decían que era casado y tenía una hija de dos años. Que era actor y que su nombre artístico era Polo Cortez. La señora, de anteojos grandes para ver de cerca y canas tapadas por un morado moderado, se acordó de Carlos. Les contó a las chicas que vivía en su mismo piso y que era un hombre muy trabajador, que ella le pasaba las llamadas. Que el día que se lo llevaron, a ella le taparon la mirilla de la puerta y que en la agenda que seguramente quedó en manos de los militares estaba su propio número de teléfono. La señora no se emocionó, pero miró con aprobación a esos jóvenes que estaban allí hablando de Polo, su vecino. Igual, pidió: “Ay, no lo pongas acá”. El mármol de la entrada quedó limpio, el papel con la historia de Carlos fue pegado en la pared blanca de la casa de al lado.
Defensa 1066. Carlos Calvo 425. Independencia 315. Perú 923. Chile 862. San Juan 835. Tacuarí 850. Brasil 410. Caseros 612. Defensa 979. Allí vivían y en muchos casos allí fueron secuestrados vecinos de San Telmo que hoy siguen desaparecidos. Las calles del barrio quedaron marcadas. El sábado por la tarde miembros de H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), Encuentro por la Memoria, GAC (Grupo de Arte Callejero), Juventud de CTA, Agrupaciones Independientes de la UBA y asambleas Plaza Dorrego y Parque Lezama Sur caminaron 60 cuadras para señalar que –como decía la bandera que encabezaba la marcha– “San Telmo no se olvida de sus desaparecidos”. Alba Lanzilotto, de Abuelas de Plaza de Mayo; y Enriqueta Maroni, Aurora Morea y Matilde Mellibovsky, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora acompañaron también parte de la manifestación.
El recorrido empezó a las 16 en la Plaza Dorrego y terminó pasadas las 21 en Paseo Colón y Cochabamba, donde funcionó el centro clandestino de detención “Club Atlético”. El sitio fue demolido en diciembre de 1977 porque pasaba bajo la trama de la autopista, pero el año pasado el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a instancia de los organismos de derechos humanos, comenzó a excavar el lugar y apareció parte del sótano de lo que fue un centro de torturas a cargo del Primer Cuerpo de Ejército y antes un depósito de la Policía Federal. Los manifestantes llegaron allí después de dejar testimonio sobre las desapariciones de 29 vecinos del barrio en cada casa donde vivían o fueron secuestrados, para que quienes ahora viven en esas casas sepan la historia y para que quienes vivían allí antes, la recuerden. Fue la antítesis de un escrache y una iniciativa que, si se repitiera en toda la ciudad o el país, proporcionaría una idea muy gráfica de lo masiva y próxima que fue la represión durante la última dictadura.
La marcha también pasó por otros lugares especiales del barrio, como la plaza Rodolfo Walsh, en Chile y Perú. En la esquina de cemento en la que hay un mural en homenaje a los fusilados de Trelew, se hizo un alto para recordar a “un hombre, periodista y militante que para la lucha popular fue y es una luz en el camino”. Allí a través del megáfono, los miembros de H.I.J.O.S. aprovecharon para saludar a los “chicos del merendero”, que aplaudían asomados a las ventanas del hotel de la esquina de enfrente. Son los niños que van los fines de semana por la tarde a tomar la leche, escuchar cuentos y encontrarse en la sede de la agrupación, que también está en el barrio. La comisaría 14ª y el edificio Tacuarí del Círculo deSuboficiales de Gendarmería Nacional no pasaron desapercibidos, pero el sábado, el objetivo principal era recordar la vida de los desaparecidos.
“Dicen que no están muertos, escúchalos, escúchalos; mientras se alza la voz que los recuerda y canta”, los versos quedaron pintados en la vereda de Chile al 800, de donde secuestraron a Cecilia Podolsky de Bronzel. En cada cordón de cada casa de un desaparecido de San Telmo hay ahora una estrofa de una canción, aunque el relevamiento hecho por los organismos de derechos humanos es siempre provisorio. Durante la marcha, unos vecinos se acercaron para aportar la dirección de una víctima que no estaba en el listado. Otros habitantes de San Telmo se pararon frente a los papeles, en las fachadas, para leer la historia de quien vivía en su casa antes que ellos. Algunos miraron indiferentes, pero fueron pocos los que pusieron mala cara ante la invitación de “venga vecino a recordar, que en este barrio hay memoria popular”. En el hotel residencial Las Brisas, la imagen de los ojos de María Tirinanzi quedaron justo bajo el cartel de “habitación disponible”. Una pareja salió a la puerta con una nena de unos doce años. La chica preguntó qué hacía ahí toda esta gente y el padre le dijo algo al oído. La nena se quedó callada, con la boca abierta y los ojos bien abiertos mientras escuchaba el “presente” por los treinta mil detenidos desaparecidos que se gritaba en la calle.
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