EL PAíS • SUBNOTA › ENTRE MILITANTES POR EL DERECHO AL ABORTO Y ACTIVISTAS RELIGIOSOS
Desde antes de que empiece el debate en el Congreso, los grupos, separados por una reja, intercambiaron consignas. De un lado predominaban chicos de colegios religiosos. Del otro, integrantes de organizaciones que reclaman la despenalización.
Una bombita de agua y gaseosa vuela por encima de la valla. De un lado, los movimientos sociales y políticos en apoyo a la despenalización y la legalización del aborto. Del otro, reciben el disparo una treintena de activistas “pro-vida”, como se definen a sí mismos. “¡Tomen, forros!”, festeja una chica de musculosa subida al vallado, cuando a eso de las 19 el preservativo estalla sobre las cabezas del grupo desprevenido. Ese sector, de tinte religioso, donde predominan jóvenes estudiantes de escuelas católicas, acababa de finalizar, entre silbidos, la proyección de una ecografía en vivo de una mujer embarazada y de arrojarles el gel con que se practicó. En la pantalla informaban que era “Felipe, un varón con derecho a vivir”. De esa forma, la reja instalada en la esquina de Rivadavia y Combate de los Pozos fue protagonista del encuentro entre dos sectores antagónicos. Entre la multitud, una militante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto definió que el 1º de noviembre pasará a la historia como “el día en que se comenzaron a debatir las políticas públicas que llevarán a las mujeres pobres de Argentina –que son las que mueren por abortos inseguros– a la inclusión”.
“Aborto legal para no morir, anticonceptivos para no abortar.” Ya desde las escaleras de salida de la estación Congreso de la Línea A de subte se comenzaba a sentir el canto de los centenares de manifestantes por la legalización del aborto. Colmaban, desde las 14, la avenida Rivadavia entre Combate de los Pozos y la avenida Entre Ríos. “El aborto era un tema tabú, pero tanto mujeres como hombres hemos luchado para que la concepción sobre la mujer que sostiene hace cientos de años la Iglesia sea puesta en cuestión”, afirma Cristian Prieto, del Colectivo de Varones Antipatriarcales. “Ni machos ni fachos”, dice la remera que lleva puesta.
A unos pasos de distancia, un grupo de chicas de la agrupación de mujeres Juana Azurduy y de Libres del Sur explican a Página/12 que la legalización “implica terminar con la hipocresía” porque significa que el “Estado reconoce la problemática que deriva en los altos índices de mortandad y la convierte en política de salud”. Actualmente, alrededor de 300 mujeres mueren al año por esta práctica.
Parada en medio de los cantos, Dominga, de 62 años, llegó desde Villa Hudson, en Florencio Varela, en el conurbano sur. “Hay muchas adolescentes que por no tener atención mueren por un aborto clandestino, podría ser mi nieta”, cuenta. Una vecina suya falleció hace algunos años tras pasar por esa situación y dejó huérfanos a dos mellizos. “Le pusieron una sonda en la casa, comenzó a sangrar mucho y no la quisieron atender en el hospital, así que se murió”, relata.
El vallado no tambalea, a pesar de las manos golpeando y las chicas que subieron a cantar: “Aborto legal, al hospital”. Del otro lado, los manifestantes “pro vida” hacen ondear unas banderas rojas con unas caritas sonrientes pintadas a mano. En algunas paredes pegaron unos afiches que muestran, en la palma de una mano, la imagen de un feto ensangrentado. “Con los pibes no, senadores, con los pibes no”, gritan los jóvenes, en su mayoría adolescentes. También se dejan ver algunas sotanas, boinas y pañuelos al cuello al estilo campestre. Entre los actos, una banda realiza una coreografía. “Si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”, cantan.
–¿Por qué están en contra de la legalización del aborto? –pregunta este diario a un grupo de chicas de 16 años, de San Isidro.
–Porque la vida comienza con la concepción y no queremos que el Estado use los impuestos que aportan nuestros papás para pagar el asesinato de personas –responde Pali.
–Somos católicas, pero más allá de eso, el aborto está en contra de todos los principios en que creemos, que aprendemos en el colegio, hay que defender la vida –agrega Guada, cruz de madera al cuello.
Los chicos hacen pogo en la calle. “Ay, qué locas que están, ay qué locas que están, sancionan el aborto y qué quilombo se va a armar”, corean. Entre ellos, un sacerdote de sombrero de paja va de un lado a otro. “Sorry, sorry, don`t speak spanish”, advierte el capellán estadounidense Anthony Mayers, ex miembro de la Fuerza Aérea, que dejó un traje por otro y asegura que le debe a Dios defender la vida. Ignacio, de 16 años, lleva pegada en la frente un papel que dice “No me mates”. “Estoy acá porque a mí me dejaron vivir, entonces quiero lo mismo para el resto”, asegura.
Rodeando el Congreso, en la concentración que se manifiesta por la legalización del aborto continúan flameando las banderas de la FUBA, Pan y Rosas, Proyecto Sur, MST, PCR, Mujeres de la Izquierda Socialista, de la Campaña por el Aborto, Nuevo Encuentro y Libres del Sur. Alex Freyre, presidente de Fundación Buenos Aires Sida, evaluó que desde la Iglesia “quieren enseñar a los niños a militar el odio, pero una vez que se les termina la hora escolar, ellos se van”. Efectivamente, alrededor de las 17.30 la inmensa mayoría de jóvenes se retiraba de la concentración.
Pasada la tarde, la secretaria gremial de la CTA Capital e integrante de la Campaña por el Aborto, Dora Martínez, destaca que “fue la historia, la fuerza y la convicción de las mujeres en Argentina las que lograron que se hiciera este debate”. “Que se terminen las muertes de las mujeres de los sectores populares, como la de Ana María Acevedo, en Santa Fe –pide–. Hoy se definen las políticas públicas que las llevarán a todas ellas a la inclusión y para eso la legalización del aborto es primordial.”
Informe: Rocío Magnani.
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