EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Washington Uranga
¿Cómo continuarán las relaciones entre el Gobierno y la jerarquía católica después de la elección de la nueva conducción episcopal encabezada por el arzobispo santafesino José María Arancedo? En lo formal no habrá cambios: por ambos lados se seguirá hablando de “normalidad”, “institucionalidad”, “cordialidad”. Lo mismo en cuanto a los temas que se debaten. Así lo indican también las respuestas de la mayoría de los consultados de una acera y de la otra. En las cuestiones sustanciales, en los acuerdos y en las diferencias de fondo, no hay que esperar mayores novedades.
¿Los acuerdos? Autonomía entre Estado e Iglesia, aunque respetando la tradición histórico-cultural-religiosa del país que impone incluso algunos marcos de referencia. Comenzando por el mandato constitucional que indica que el Estado argentino financia la religión católica. Pero también con un Estado que cada día reconoce más la pluralidad religiosa existente en el escenario nacional.
Habrá coincidencias para seguir colaborando en temas sociales. Los reemplazos de Jorge Lozano por Jorge Casaretto en Pastoral Social y de Oscar Ojea por Fernando Bargalló en Cáritas Argentina garantizan una misma línea de pensamiento y acción. Colaboración entre el Gobierno y la Iglesia en temas sociales, es algo que se viene verificando desde el comienzo de la gestión de Néstor Kirchner, fundamentalmente a través del Ministerio de Desarrollo Social que comanda Alicia Kirchner y del Ministerio de Planificación Federal encabezado por Julio De Vido, en este último caso mediante la participación de Cáritas en la ejecución de planes de vivienda. Este trabajo conjunto se ha mantenido incluso en los momentos en que Iglesia y Gobierno aparecieron más públicamente distanciados.
En general se puede decir que en el frente social de la Iglesia ha quedado establecida claramente la impronta de un estilo forjado a través de años por el obispo Jorge Casaretto. A poco de solicitar su retiro por alcanzar los 75 años, el obispo de San Isidro puede ver con satisfacción que sus pares reafirmaron ese modo de acción pastoral eligiendo para los cargos clave a obispos que seguramente continuarán con la misma línea de trabajo.
¿Los desacuerdos? Los ya conocidos temas sobre “la vida”, de acuerdo con el lenguaje eclesiástico. Oposición eclesiástica a cualquier legislación favorable al aborto o a la eutanasia. Y uno que persiste como un obstáculo permanente en la relación, pero sobre el que ambas partes prefieren por el momento no hacer mayor referencia: la intención del Gobierno de eliminar el Obispado castrense y los capellanes militares y la oposición del Vaticano a aceptar una reforma del tratado que así lo establece. Los obispos no dejarán de insistir sobre la situación social y de demandar soluciones para el tema de la pobreza. Pero es cierto que esto no tiene que ver con esta administración en particular. Casi se puede decir que es su prédica permanente.
En el punto de mira episcopal está también lo que ellos denominan “institucionalidad democrática”. Van a mantenerse muy atentos a la evolución de la situación política y al funcionamiento de los poderes del Estado. Bergoglio fogoneaba de manera constante este tema. Arancedo, que fue vicepresidente en el período anterior, no se quedará atrás.
¿Qué cambiará entonces? Es probable que cambie el estilo de la relación, básicamente porque las personalidades de Arancedo y Bergoglio son diferentes. El cardenal es un hombre sumamente reservado, a veces hermético. Eso no significa que no mantenga una muy activa vida de relaciones políticas e institucionales, pero siempre en medio de ámbitos reservados. Arancedo tiene otra forma de comunicación y, por lo menos hasta el momento, una gran disposición al intercambio franco de ideas y opiniones. A esto se suma la presencia del nuevo obispo de Neuquén, Virginio Bressanelli, como vicepresidente primero. El patagónico recibió muchos apoyos (incluso en un momento pudo disputarle la presidencia a Arancedo) y eso lo potencia también en el seno del cuerpo. Bressanelli tiene una trayectoria personal que lo caracteriza como una persona de convicciones firmes, de gran inteligencia y capacidad, y también de perspectiva dialogal.
¿Cuál será la influencia de Bergoglio? Aunque el cardenal insista en señalar que tiene que “descansar” y que ahora podrá hacer algunas cosas que ha venido postergando, es indudable que su experiencia y prestigio personal, el hecho de que muchos de los que hoy son obispos hayan sido sugeridos por él para esas responsabilidades y su condición de arzobispo de Buenos Aires (que se extenderá todavía por algunos años), lo convierten en un hombre de referencia permanente en todas las decisiones que se tomen. Además, porque uno de sus colaboradores directos, el obispo Enrique Eguía, seguirá en la Secretaría General de la CEA.
También es cierto que las elecciones en la Conferencia Episcopal pueden leerse como una reafirmación de la primacía de los sectores moderados. Surge de los nombramientos. Pero también del hecho de que los más conservadores no obtuvieron la presidencia de ninguna de las comisiones, salvo la ratificación en su cargo como titular de Educación Católica del arzobispo de La Plata, Héctor Aguer. Mario Cargnello, segundo vicepresidente, será el canal más buscado por el ala conservadora para hacer llegar sus posturas y reclamos a la Comisión Ejecutiva.
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