EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Mario Wainfeld
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue llamando a los ministros el lunes a la noche para que el martes a la mañana se den una vuelta por Olivos. Ayer mismo, les confirmó que seguían al mando de sus respectivas carteras. No fue estrictamente una sorpresa, porque la hipótesis de continuidad flotaba en el aire. Pero faltaba la ratificación, que fungió al unísono de espaldarazo y de prueba de poder. En las últimas semanas, como comentó este diario, los que querían mantenerse estaban más tranquilos y los que soñaban con entrar, cada vez más inquietos. La decisión final confirmó las expectativas de ministros y secretarios. Las variaciones fueron el mínimo imaginable. Los números lo comprueban: cuatro ministros se iban a cargos electivos, al final hubo rotación sólo en tres carteras. El vicegobernador electo de Tucumán, Juan Manzur, en definitiva sigue a cargo de Salud.
En otros dos ministerios se mantiene la línea y entra “el número dos”: Hernán Lorenzino en Economía y Norberto Yauhar en Agricultura y Ganadería. Sólo el ascenso de Juan Manuel Abal Medina a la Jefatura de Gabinete es un relevo total. Abal Medina accede a un cargo superior al que ejercía, pero hace rato revista en el gabinete. Su mudanza es de una oficina de la Casa Rosada a otra. Ningún “novato” se suma al elenco gubernamental.
A la ristra de confirmados la Presidenta les ordenó que rearmaran sus equipos el mismo sábado de la asunción presidencial, como para que nadie piense en tomarse un respiro.
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El disco rígido: Julio De Vido, Alicia Kirchner, Carlos Tomada y Carlos Zannini juraron en 2003, cuando asumió como presidente Néstor Kirchner. Salvo la ministra de De- sarrollo Social (que se tomó una breve licencia para desempeñarse como senadora por Santa Cruz), los demás cumplen largos ocho años de gestión. Todos llevan el record en sus ministerios y es patente que integran el disco rígido del dispositivo oficialista. Tres son pingüinos, sólo el ministro de Trabajo no se vino del Sur. La confianza con ellos es marcada, su funcionalidad para los dos presidentes del Frente para la Victoria (FpV), indiscutible. Muchos chismes que sin mayor asidero corrieron en estas semanas: se imaginaron nuevos destinos para De Vido, Tomada o Zannini. No lucían muy sensatos (¿para qué cambiar de puesto a quien cumple a satisfacción su métier?), no se corroboraron. Zannini es una pieza esencial, su permanente presencia en la Casa de Gobierno un reaseguro técnico y político para la Presidenta. De Vido tiene una agenda descomunal, contactos y confianzas con dirigentes gremiales y empresarios, contactos internacionales y conduce un megaministerio, central para la estrategia kirchnerista. Tomada condujo una etapa de conflictos y armonías en el mundo del trabajo, también de avances enormes en materia de relaciones laborales e institucionalidad. Su permanencia, la de Alicia Kirchner y la de Julio De Vido parecen indicar que son aventuradas las hipótesis de un cambio de rumbo de un gobierno muy atento a las demandas de los trabajadores, a la obra pública y a la asistencia social. Si la idea-fuerza fuera pegar un volantazo a la derecha, cercenar las instancias de negociación colectiva o cambiar el acelerador por el freno, seguramente se hubieran buscado otros protagonistas.
Ese elenco es el ADN de los colaboradores de la Presidenta, junto a Oscar Parrilli, otro asiduo de la Casa Rosada.
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Cuestiones de Estado: Nilda Garré y Lino Barañao fueron revalidados al frente de ministerios creados por Cristina Kirchner. Barañao tuvo un desempeño más que interesante y (rara avis para el kirchnerismo) muy poco cuestionado desde otras veredas. “Muy poco” no quiere decir “nada”, más vale.
A un año de su nombramiento, el aval a Garré es una señal fuerte en el sentido de seguir impulsando cambios en seguridad, tan imprescindibles como trabajosos. Su presencia es una advertencia para el gobernador Daniel Scioli y para su ministro Ricardo Casal. No se trata, como pretende cierta prensa del corazón, de rencillas personales. Están en juego dos paradigmas, si se quiere, dos visiones ideológicas acerca de cómo conciliar la seguridad con derechos humanos básicos y una concepción progresista de la sociedad.
En Educación se sucedieron tres ministros muy afines, las diferencias entre ellos las marcaron las etapas y sus perfiles personales. Alberto Sileoni es, entre los tres, el único que proviene del sector docente y no del académico, lo que impacta algo en sus acciones y, sobre todo, en su modo de articular o comunicar. De todas maneras, una política de Estado se sostiene en Educación, donde (como en Trabajo) mucho se ha avanzado desde la chatura de principios de siglo o el entreguismo de los noventa... y mucho queda por hacerse.
La titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, fue merecidamente confirmada. Está “en comisión” desde hace un buen tiempo, ya que era arriesgado procurarle el acuerdo con la actual integración del Senado. Con la que comenzará sus funciones el 10 de diciembre la perspectiva es más propicia. La decisión, como es regla, dependerá de la Presidenta.
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Apotegma futbolero: La Presidenta tradujo el veredicto electoral en clave futbolera: equipo que gana no cambia. En cualquier equipo ganador, hasta en el Barcelona, hay jugadores notables y otros que acompañan o aun que desentonan. Ya que de fútbol hablamos, así como cualquiera imagina su propia selección, todos nos sentimos con derecho a imaginar un elenco de gobierno. A los ojos del cronista, los funcionarios mencionados son los que se habían ganado el puesto con creces. La performance de otros es más opinable, menos sustantiva por lo menos. En los gobiernos kirchneristas no existe el menor peligro de ministros que compitan con la Presidenta o que crean ser otra cosa que sus auxiliares. Tal vez haya que estar más atento a la existencia de figuras sin relieve ni aportes propios, que no “agreguen valor”, ideas o agenda a la única titular del Ejecutivo.
Por ejemplo, el cronista piensa que en Salud es imprescindible (y en alguna medida acuciante) un cambio de sistema, que requeriría un ministro de alto vuelo y peso político para armar una propuesta superadora con piné para tejer consensos y desarmar resistencias.
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Prospectos: Los ministros entrantes en cargos de mayor fuste tienen trayectorias diferentes y han mostrado hasta acá potencialidades diversas. Abal Medina es un cuadro técnico-político fogueado, un más que dotado espadachín mediático y tiene un perfil ideológico “peronista-progre”. Sus tareas más logradas hasta ahora: la Reforma política y la “batalla cultural” a través de la Secretaría de Medios.
Lorenzino es un técnico, un economista canónico, con visajes y look de Puerto Madero (como diría la Presidenta). Su saber y su límite son las finanzas. Poco se ha expuesto, poco ha lucido en la arena mediática hasta ahora. Su llegada será más festejada en la banca y en la city que en el sector productivo, aunque en la luna de miel nadie cuestionará en voz alta.
Claro que Abal Medina ha tenido una promoción vertiginosa y llega, a los 43 años, a una cartera plena de exigencias. Y Lorenzino prosigue una gestión en Economía, en la que no parecen esperarse muchas novedades.
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Los tiempos, las palabras, el espacio: La Presidenta manejó la sorpresa y los tiempos. Los reproches que se le hicieron por haber postergado sus anuncios carecen de sentido institucional y también práctico, máxime cuando los cambios fueron tan contados.
También mordieron el polvo los que inventaron rumores. Cuando la decisión se centra en una persona, hay una sola fuente confiable. Sin contacto con ella, es imposible informar en serio. Las fantasías rolaron bien alto. De Vido fue mencionado para tres ministerios, Tomada para dos, Aerolíneas Argentinas y dos embajadas. Una tarde de éstas, mentes calenturientas divulgaron que el gobernador José Alperovich sería ministro de Economía. Con Manzur en Salud y Beatriz Rojkés como presidenta primera del Senado, la provincia estaría sobrerrepresentada en el Estado nacional y quedaría acéfala. En fin...
Cristina Fernández es poco afecta a rotar su equipo de colaboradores; Néstor Kirchner también lo fue. Las circunstancias forzaron o indujeron cambios, que jamás generaron crisis. Por esas vueltas de la historia, Economía pasó de manos varias veces, sin que la sociedad civil ni “los mercados” mosquearan.
El anuncio lo hizo como un trámite, sin alharaca, el vocero presidencial Alfredo Scoccimarro. Incurrió en un par de furcios, en los nombres de pila de los ministros Puricelli y Randazzo. Al activo y eficaz ministro del Interior lo rebautizó “Aníbal”, no faltará quien piense más en un lapsus que en una errata.
Con un equipo probado, con varios colaboradores que han formado parte de los dos mejores gobiernos de la transición democrática, la Presidenta entrará el sábado al Congreso para su segundo mandato. El vicepresidente Julio Cobos será de la partida, para ver cómo jura. Hace tres años, muchos soñaban con que la escena sería al revés. Y quién le dice, que sucedería mucho antes.
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