Jue 09.02.2012

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

Dale gracias

› Por Roque Casciero

Tal vez no sea lo más apropiado en un momento de dolor, de pérdida irreparable, pero entre las lágrimas la primera palabra que brota es “gracias”. Gracias, Flaco, por hacer de la vida en este lugar del mundo algo mejor, más complejo, más intenso, con melodías que obligaban a devanarse los sesos tanto como esas metáforas imposiblemente perfectas. Gracias por haberle dado cuerpo al rock, por haber estirado sus límites estéticos, por haberlo llenado de imágenes increíbles, por haber sostenido con el ansia creadora eso de que “mañana es mejor”. Gracias por tanta luz en momentos de oscuridad, por esa desesperación para llegar al diccionario y tratar de entender qué era eso de la “credulidad”, por aquel “no tengo más Dios” que ponía en cuestión años de cultura y religión.

Gracias, Luis Alberto, por tanto nuevo amigo con el que tu nombre circulaba como contraseña de confianza inmediata, porque no había forma de que un tipo pudiera ser un hijo de puta si se emocionaba con “Todas las hojas son del viento”. Gracias por tanta cabeza abierta debido a tus canciones y a que no te guardabas el secreto de Castaneda o de Artaud. Gracias por aquel escalofrío imborrable cuando cantaste “Los libros de la buena memoria” en Badía y compañía junto a Pedro Aznar, un imposible momento en que los rayos catódicos transmitieron la sensación de quedarse oyendo como un ciego frente al mar. Gracias por ciertas siestas pueblerinas en las que tu música era el antídoto contra todos los males de este mundo. Por aquel “Rezo por vos” en la tele, por este más cercano que hizo que me empapara en Vélez.

Darte gracias por cada canción que me conmovió conformaría una lista interminable para un momento en el que los sentimientos dificultan escribir cada palabra. Porque eras de otra galaxia, de esa reservada para tipos como Bob Dylan, John Lennon, Lou Reed, Leonard Cohen o Jimi Hendrix. Quizás alcance con decir gracias por Almendra, por Pescado, por Invisible, por Jade, por los Socios, por Kamikaze, por Artaud, por La la la... Y no, seguro que no alcanza.

Gracias otra vez por la noche de Las Bandas Eternas, por tantas lágrimas, tanta emoción, tanta música, tanta poesía, tanto junto (y porque me quedé con las ganas de más, de muchas canciones más). Por “Ella también” con Rapopport, que esa vez abrió el torrente de las emociones. Por confirmar que Invisible o Pescado Rabioso le hubieran pasado el trapo a cualquier banda argentina en cualquier circunstancia. Y por Almendra, porque ese milagro improbable volvió a cristalizarse y a arrasar con cualquier posibilidad de permanecer incólumes, sin quebrarse y rehacerse en un ser humano más elevado por el solo hecho de escuchar esas cuatro voces en “Muchacha (ojos de papel)”.

Y, finalmente, gracias por haber sido tan cabeza dura como para insistir en el mensaje de Conduciendo a Conciencia hasta en tu última manifestación pública, cuando tuviste que salir a hablar sobre tu enfermedad porque algún buitre disfrazado de periodista olfateó carroña donde no la había. Gracias por esa actitud sabia, de ser de luz preocupado por la vida de todos.

Gracias, Flaco. Agnóstico y todo, rezo por vos.

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