EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Irina Hauser
El presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, es una persona muy hábil para lograr que sus discursos sean interpretados a gusto del consumidor. El martes, en la apertura del año judicial usó muchas de esas frases que pueden ser leídas de distinto modo según el contexto, el lugar o el interlocutor, y que a la vez les pueden caber a distintos momentos de la historia. Apeló a algunas que, dichas en la actualidad, contenían una notoria intención de marcar distancia de la Casa Rosada, pero también hizo afirmaciones que no tenían muchas lecturas posibles puestas donde estaban en su exposición. Clarín y La Nación titularon en su edición impresa de ayer que Lorenzetti exigió que “el Estado no persiga a los que piensan diferente”, como para que el lector lo entendiera como un palazo al Gobierno y un cuestionamiento entrelíneas al discurso de Cristina Kirchner de la semana pasada en el Congreso. Estuve en la Corte, escuché a su presidente con atención, y volví a escuchar los audios cuando advertí que la cita ya aparecía destacada en los portales de Internet apenas después del acto. En la grabación está cerca del minuto 19. Lorenzetti, en efecto, estaba hablando de otra cosa, era más que claro. Hablaba del terrorismo de Estado. Pero los grandes diarios equipararon esas palabras, que clamaban por evitar que se repitan las prácticas aberrantes de la última dictadura, con la idea de que el Gobierno es intolerante (y perseguidor) ante las críticas.
Transcribo textual porque vale la pena: “También forma parte de la agenda y de este modelo la idea de Estado de Derecho que tiene varios aspectos –decía Lorenzetti–. El primero y que ha sido fundamental para nosotros (la Corte) es el Estado de Derecho y su relación con el terrorismo de Estado. Nosotros le hemos dado una importancia fundamental en al menos cuatro fallos que han sido ejemplares de la Corte Suprema y de varios jueces que señalaron cuáles son los criterios para la definición para los delitos de lesa humanidad y también hemos creado la comisión interpoderes para que estos juicios se lleven adelante, porque es esencial que los argentinos tengamos memoria, y es esencial que tengamos futuro, y que también podamos enseñar a las generaciones que nos suceden que no se puede perseguir desde el Estado al que piensa diferente. Y esto lo hemos repetido hasta el cansancio, forma parte del contrato social de los argentinos y es una decisión irreversible. Tan irreversible es que lo hemos profundizado a través de decisiones de la propia Corte, y quiero mencionar especialmente la decisión que ha tomado la Cámara de Casación Penal en una reunión en la cual yo he participado, he tenido el orgullo de participar, dando directivas para encaminar adecuadamente los procesos vinculados a los delitos de lesa humanidad”.
Lorenzetti había dividido su discurso en seis ítems. Eran, explicó, los objetivos de un nuevo “modelo” de justicia a seguir por los magistrados con la premisa de que dejen de mirarse a sí mismos. La frase que apareció en los titulares de los diarios estaba sin lugar a dudas en el ítem “Estado de Derecho”. Lorenzetti es muy organizado para hablar. Cuando quiso tirar dardos al Poder Ejecutivo fue enfático, pero eso había sido un rato antes, en el rubro “Libertad”. Ahí recordó que el máximo tribunal sentenció que el reparto de publicidad oficial es un “mecanismo” que puede “afectar la libertad de expresión”. “La crítica es buena, no debemos censurarla”, fue otra de sus observaciones, aunque más genérica y esta vez referida a la propia Justicia.
Como suele repetir en público, el supremo planteó que es propio del “equilibrio de poderes” que el Judicial ponga límites a los demás para “evitar los abusos”. Es un comentario que al común de la gente le gusta escuchar. Igual que su reclamo de acciones concretas en lugar de peleas a los dirigentes políticos; o su exhortación para evitar que las “tragedias colectivas” se transformen en “tragedias judiciales”; incluso su afirmación –en evidente alusión al accidente de Once– de que los servicios públicos deben prestarse en “condiciones dignas” y seguras.
Otro axioma con que Lorenzetti volvió a la carga fue pedir a los jueces “imparcialidad”. Que traten igual a quien tienen enfrente “cualquiera sea el poder que ostente: económico, político o de otra naturaleza”. Para direccionar la lectura el columnista Joaquín Morales Solá escribió en La Nación de ayer que “funcionarios de la Corte” le dijeron que con esa referencia “el presidente del tribunal aludió al caso Boudou y no a cualquier caso”. Sin embargo, no ofreció aclaraciones del mismo tenor respecto de la frase “no se puede perseguir desde el Estado a los que piensan diferente”. Pero acotó: “Se sabía que la persecución existía, pero nadie lo había dicho antes desde un empinado escalafón del Estado”. No escribió que Lorenzetti hablaba del régimen dictatorial, cuyo juzgamiento es una bandera de la era de los Kirchner (y un logro con sello de la Corte). Y ya hubiera sido demasiado decir que el gobierno de Cristina aplica las técnicas del terrorismo de Estado. Esto muestra que la falta de contextualización de la frase era una cuestión que excedía a los titulares y las crónicas periodísticas, que tampoco aclaraban nada.
Todo esto, como si Lorenzetti –que sentó en la misma sala a las Madres de Plaza de Mayo y a la embajadora de Estados Unidos– necesitara ayuda para orientar la interpretación del que fue un estudiado discurso, el más político en sus cinco años de presidente supremo.
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