Dom 13.05.2012

EL PAíS • SUBNOTA

Una historia única, una entre tantas

› Por Mario Wainfeld

Claudia Vázquez Haro nació en Perú, en una familia humilde y laboriosa. Su documento decía que era varón. Ella no lo vivía así. Asistió primero a un colegio mixto. Luego pasó a uno de varones. A esa altura había comenzado a hormonizarse, le costaba ocultar su sexualidad, se escondía en los vestuarios. Un día un compañero vio sus pechos, lo comentó. La familia la cambió de colegio para evitar un escándalo. La pasó a un establecimiento de menor jerarquía, alejado del hogar, acaso escondido.

Trató de seguir capacitándose y ejerciendo su opción. Lo iba haciendo con enormes dificultades e intermitencias. Una hermana que vivía en la Argentina le contó que acá la sociedad era más amigable, que le sería más sencillo vivir su vida. Emigró. Efectivamente consiguió más libertad pero se topó con otra dificultad. Estaba indocumentada, hablamos de principios de este siglo. Para zafar de una posible deportación, tomó una decisión dura y dolorosa: se casó (simuló casarse) con una mujer. Claudia se vistió de hombre, simuló serlo para sobrevivir.

Pudo inscribirse con su propia identidad en la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad de La Plata. Reconocieron su derecho sin ambages. Llegó a la Licenciatura, andando los años. Ahora está pronta a defender su tesis. Es docente y directora del observatorio de Comunicación Género y Diversidad con perspectiva en Derechos Humanos.

En 2011 reclamó y obtuvo un DNI con su identidad de género y su nombre. El miércoles festejó la sanción de la ley. El cronista dialogó en ella esa misma mañana, horas antes de la votación, por Radio Nacional. Claudia recordó que padeció una doble discriminación, por su género y por inmigrante. Y resaltó la acción del ex presidente Néstor Kirchner que promovió leyes y acciones contra todas las formas de desigualdad y discriminación.

Claudia es una luchadora incansable, una militante, una persona con inquietudes que supo abrirse paso en un contexto injusto y sectario. Se exilió, superó adversidades, disimuló su identidad en varios lapsos de su vida, jamás se entregó, progresó.

Se trasladó a la Argentina en busca de una sociedad más abierta que la de su país de origen. Con su activismo contribuyó a que esa característica incipiente mejorara.

Su historia de vida es única. Porque todas lo son, por su empecinada voluntad, por lo ejemplar de su trayectoria. También es una entre tantas de un colectivo social muy castigado, al que en estos días las instituciones y la mayoría de la sociedad le dieron un buen motivo para festejar.

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