A unos 20 kilómetros del centro de la capital angoleña, todos hablan de Kilamba. Luego de atravesar barriadas de casas de chapa enclavadas en tierra colorada, que se suceden con coquetos condominios y toda clase de obras en construcción, se llega a “la nueva ciudad”. El paisaje se transforma por un complejo de 20 mil departamentos en edificios de 4, 8, 10 y 12 pisos pintados en amarillo, verde y rosa pastel, distribuidos en 1000 hectáreas. La primera fase del proyecto ya terminado prevé que unas 120 mil personas se mudarán a estas viviendas destinadas a empleados públicos y estudiantes de 18 a 45 años, que estén en condiciones de pagar un crédito a veinte años a una tasa de interés preferencial.

El proyecto habitacional que prevé dos etapas más de similares características –cada departamento varía entre 110 y 150 metros cuadrados, para familias promedio de seis integrantes– fue construido por China y financiado por el Estado a un costo de 3 mil millones de dólares. La solución al déficit de vivienda fue una de las promesas electorales de Dos Santos y su carta fuerte para asegurarse otro mandato. En Luanda se concentra casi la mitad de la población del país, 8 millones, y los servicios están colapsados. El éxodo del campo, producto de las casi tres décadas de guerra civil, dibujó conglomerados caóticos.

El despliegue impresiona tanto como los carteles bilingües portugués-chino. Calculan que para diciembre estará ocupada la mitad de la nueva ciudad que se completa con 24 jardines maternales, 9 escuelas primarias, 8 secundarias y reserva de espacio para la construcción de un hospital, 4 clínicas, 12 centros de salud, bancos y correo.