EL PAíS • SUBNOTA
El testimonio de Lilia Cárdenas, empleada doméstica la familia Soria durante los últimos 18 años, fue uno de los pocos que retrató lo que los hijos del matrimonio definieron como una relación “tormentosa”. “Don Soria llegaba a la casa después de tres o cuatro días de estar afuera por la política; a mí me saludaba y a ella no... pasaba para adentro con sus valijas como si ella no estuviera, como si fuera un mueble más. Y ella le salía atrás preguntándole cosas”, aseguró durante su declaración. El tema del consumo de alcohol de Susana Freydoz fue otro los detalles fuertes que Cárdenas aportó para la defensa, en sintonía con el planteo de la inimputabilidad. Los peritos psiquiátricos no lo desconocieron, pero no le atribuyen un rol importante en las circunstancias de la muerte de Carlos Soria.
A la testigo, según relató, le sorprendió el hecho de que su empleadora llegará cada mediodía alrededor de las 13.30 para cocinarle a su marido y fuera “derecho a tomar”. “Abría la heladera, llenaba su vaso de vino y lo tomaba puro, como agua. Mientras preparaba la comida se tomaba como tres vasos”, relató. “No podía entender cómo estaba tomando tanto y jamás la vi mal; era como que la sedaba”, recordó la empleada doméstica.
La relación con los medicamentos ansiolíticos también eran compulsiva, según surge de este testimonio, aunque la dosis encontrada en su sangre la noche de la muerte de Soria es residual y no habría tenido un efecto “rebote” con el alcohol. “Pasaba noches enteras sin dormir, caminando por la casa, nerviosa”, comentó la testigo.
Cada vez que Cárdenas intentaba, al igual que las amigas de la acusada, que ésta buscara ayuda médica, la mujer se negaba. “No quería que se sepa en (General) Roca lo que le pasaba”, afirmó.
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