En la Casa Rosada recibieron la noticia –en realidad, podría decirse la confirmación– del triunfo de José Manuel de la Sota en Córdoba con alegría y también algo de alivio. Era la primera prueba electoral de importancia que debía afrontar la presidencia de Néstor Kirchner, a dos semanas de su inicio y una derrota hubiera significado un tropiezo en el marco de una gestión con rumbo ascendente en las encuestas. En la efervescencia de los festejos hubo flores cruzadas de uno y otro lado. “La Argentina tiene pocos hombres de la estatura política de De la Sota”, piropeó el ministro del Interior, Aníbal Fernández. “Yo voy a estar respaldando siempre al Presidente”, respondió el gobernador, poco después de anunciar que había sido reelecto. Tan juntos están Kirchner y De la Sota, que hubo una invitación para irse de luna de miel: el miércoles viajarán juntos a Brasilia, donde el Presidente se reunirá con su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
Los números que manejaba el Gobierno desde la semana pasada pronosticaban un triunfo de De la Sota por un mínimo de 15 puntos de diferencia con el radical Oscar Aguad. No obstante estas seguridades, Kirchner jugó fuerte en el tramo final de la campaña. Recibió al gobernador cordobés en su despacho en la Rosada y le permitió que anunciara obras públicas de la Nación en su provincia por un monto de 290 millones de pesos. Reafirmó esa postura en los últimos días al enviar a la provincia Fernández y al ministro de Planificación y Servicios, Julio De Vido, que especificaron en dónde se realizarían las inversiones: la autopista Rosario-Córdoba, la Ruta 158 más algunas obras hídricas sobre el río Quinto.
Fue una demostración de que Kirchner consideraba totalmente superadas las diferencias que podría haber tenido con el gobernador cordobés. A nadie cerca del Presidente se le escapaba que en las elecciones del 27 de abril Kirchner salió cuarto en Córdoba, lo que les dio a entender que De la Sota, más que prescindente, directamente había jugado contra ellos. Pero unos días después, cuando las encuestas indicaban que Kirchner ganaría el ballottage por escándalo, De la Sota hizo público su alineamiento con el santacruceño y la relación mejoró. “Tengo diferencias con él, pero es peronista y lo voy a apoyar”, anunció Kirchner a sus funcionarios y, discretamente, se metió en la campaña.
Anoche, Fernández analizaba el triunfo de De la Sota como un nuevo signo de los liderazgos que surgen en el país, donde los políticos con carisma pierden terreno en manos de quienes pueden mostrarse como eficientes en la gestión. Y a nadie se le escapaba el dato del microscópico voto logrado por los candidatos apoyados por Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá. Fernández aseguró que la del cordobés había sido “una elección impecable” y que Kirchner “estaba esperanzado en que resultara lo que resultó”. En la Rosada explicaban que, en verdad, no tenían ningún mérito que adjudicarse en la victoria conseguida por De la Sota, pero que una derrota, en cambio, les podría haber significado un dolor de cabeza.
No es para menos: es el primer test electoral de importancia, si se descuenta el triunfo conseguido la semana pasada en Formosa por el gobernador Gildo Insfrán, quien llamó a elecciones para reformar la Constitución provincial y permitir su reelección. Dicho sea de paso, Kirchner también apoyó a Insfrán y hasta viajó a Formosa en los días previos al comicio.
Invitación
Luego de anunciar su triunfo, De la Sota contó que lo había llamado Kirchner para felicitarlo. Un rato después que cortaron, se comunicó el secretario presidencial, Juan Carlos Mazzón, para invitarlo a viajar a Brasil el miércoles, cuando Kirchner visite a Lula en lo que será su primera salida como Presidente en funciones. “Somos de la misma generación y me parece que tenemos que tratar, nuestra generación, de demostrar alpaís que podemos coincidir”, explicó el cordobés por qué mantendrá “siempre” su respaldo a la gestión de Kirchner.
Además del festejo, la invitación a De la Sota se justifica en que el gobernador fue embajador en Brasilia durante el gobierno de Carlos Menem y mantiene fluidas relaciones con buena parte de la clase política brasileña. Además, una de las apuestas económicas de su gestión ha sido la de incrementar el intercambio comercial con el socio principal del Mercosur, algo que pudo cumplir sólo en parte.
“Los países que han progresado tienen dirigentes así. Se unen para defender los derechos de los ciudadanos. Nosotros vamos a acompañar el proceso del presidente Kirchner con todo nuestro apoyo porque el pueblo argentino así lo quiere”, definió anoche De la Sota.
En Gobierno no se animaban a definir cómo sería en el futuro la relación con De la Sota, ahora confirmado como el jefe de una de las provincias más importantes. “La relación ahora es muy buena de verdad”, definían. En principio, veían en el cordobés un aliado incondicional que pondría a sus legisladores a trabajar por el Gobierno en el Congreso y que apostaría al recambio generacional en la conducción del justicialismo, un sitio en el que a De la Sota podría corresponderle algún sitial de privilegio.
De capa caída el santafesino Carlos Reutemann, en el sector político del Gobierno no querían pronosticar si aquella prescindencia que mantuvo De la Sota durante la primera ronda electoral significaba que a la larga buscaría instalarse como el rival interno del kirchnerismo. “Es cierto que acá nadie regala nada y estamos hablando de políticos de peso específico propio. Pero, hasta el momento, lo único que vemos es una buena relación”, respondían cerca del Presidente. Mientras dura la luna de miel, entonces, prepararon el viaje conjunto a Brasilia como forma de festejar junto a De la Sota el primer triunfo electoral de importancia del nuevo gobierno.