EL PAíS • SUBNOTA › LA POLíTICA EXTERIOR DEL REINO UNIDO CON DAVID CAMERON
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
El canciller Héctor Timerman llega al Reino Unido en momentos en que la política exterior británica está virando a un intervencionismo internacional similar al que tuvo con el Nuevo Laborismo de Tony Blair y la invasión a Irak. En la oposición, el actual primer ministro David Cameron apoyó la invasión, pero se desmarcó rápidamente ante el fiasco de las presuntas armas de destrucción masiva que habían justificado la intervención y el creciente rechazo de la opinión pública a la aventura. “No soy un ingenuo neoconservador que cree que se puede implantar la democracia desde un avión a 10 mil metros de altura”, dijo en su momento Cameron para marcar la diferencia entre conservadores y laboristas.
Cameron repitió este mensaje como primer ministro ante el Parlamento de Kuwait a meses de asumir el cargo, pero todo cambió en 2011 con la Primavera Arabe y la crisis en Libia que terminaría con la caída de Muammar Khadafi. En los primeros días de la insurgencia libia, el primer ministro comenzó a actuar como si efectivamente se pudiera implantar la democracia desde unos 10 mil metros de altura. Junto al ex presidente de Francia Nicolas Sarkozy, fue el adalid ante la ONU para la instauración de una zona de exclusión aérea que limitara la ventaja que tenían las fuerzas de Khadafi frente a los rebeldes. La caída y muerte del líder libio en octubre de 2011 envalentonó al primer ministro, que comenzó a cambiar el discurso de manera explícita.
El viraje quedó más claro que nunca este enero, con la toma de una planta de gas en Argelia que se saldó con la muerte de 32 militantes islámicos radicales y la decisión de sumarse a la intervención francesa en Mali ante el complejo conflicto militar entre grupos islámicos en el norte del país y el gobierno central. En una declaración ante la Cámara de los Comunes el 21 de enero, Cameron vinculó estos conflictos con los crecientes enfrentamientos en Libia y la guerra contra el terrorismo. “Estamos en medio de una lucha generacional contra una ideología que es una extrema distorsión de la fe islámica y que justifica el asesinato masivo y el terror. Tenemos que combatir esta ideología venenosa tanto en el Reino Unido como en el extranjero y resistir el intento de dividir al mundo en un enfrentamiento de civilizaciones”, señaló Cameron.
Este intervencionismo forma parte del ADN thatcherista. La dama de hierro fue siempre una entusiasta de este concepto, fuera en el gobierno o ya jubilada, en Malvinas, las guerras del Golfo o Bosnia Herzegovina. Pero el giro de David Cameron le debe también mucho al mesianismo de Tony Blair: se extiende en el tiempo y el espacio, apunta geográficamente a todo el mundo y temporalmente a las décadas que pueden medir la vida de una generación. En una entrevista con la BBC este domingo, Blair apoyó la intervención de Cameron en Mali y comparó la batalla con Al Qaida con la que se había librado ante el comunismo. “En Occidente queremos intervenir e irnos con un resultado claro. Pero no es tan fácil. Va a ser largo y complicado. Pero si uno no interviene va a ser igualmente largo y complicado, nada más que peor”, señaló Blair.
En el entorno del primer ministro Cameron insisten en que no hay un nuevo militarismo y citan como prueba una frase del líder conservador. “Si lo único que uno usa es un martillo, seguro que uno va a terminar viendo cada problema como un clavo. Es importante usar una variedad de herramientas”. En otras palabras, hay que tener un menú amplio de opciones y no descartar ninguna para reaccionar pragmáticamente ante cada problema. Esa es la teoría, la cara pública. En la práctica, no hay ninguna señal de que el primer ministro esté dispuesto a sacar otra herramienta que el martillo durante la visita del canciller Timerman al Reino Unido.
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