EL PAíS • SUBNOTA
“A estos marxistas que nos gobiernan, no le vamos a dar el gusto de vernos llorar.” La frase pertenece a Marta Noemí Ravasi, esposa del condenado ex mayor Jorge Olivera, quien trabajó hasta ayer como psicóloga del Hospital Militar donde se le perdió el rastro al represor. Ravasi ya era su mujer en 1975, cuando el Ejército destinó a Olivera al Regimiento de Infantería de Montaña 22 de San Juan, donde cometió los crímenes que le valieron la sentencia a prisión perpetua. Testigos del juicio que concluyó hace tres semanas manifestaron sus sospechas del rol de Ravasi como informante del Ejército. A poco de radicarse en la provincia la mujer ingresó a trabajar en el gabinete de psicología de la Universidad Nacional de San Juan. La mayor parte de sus compañeros fueron detenidos después del golpe e interrogados por militares que demostraron tener datos precisos, detalló la periodista Natalia Caballero en el diario Tiempo de San Juan. Con los militares en el poder, fue designada interventora de la Dirección de Protección del Menor, donde también fue sindicada como informante. “Le llaman lesa humanidad a una guerra”, explicó Ravasi en el programa Padres de familia. “Estos militares a lo sumo han cruzado un semáforo en rojo”, aseguró
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