EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Glenn Postolski *
Con la participación de más del 75 por ciento del padrón electoral, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) dejaron nuevamente sensaciones ambivalentes. Expresan cierta consolidación institucional a través de la voluntad de la sociedad de manifestarse, aunque en un contexto imperfecto, ya que salvo alguna excepción (como el caso de Unen en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) no se constituyen en un mecanismo para democratizar y fortalecer a los partidos políticos. Así, su principal función se da en torno del requisito legal obligatorio (1,5 por ciento de los votos válidos) para participar en las elecciones.
A su vez, establecen un impacto político relevante que lleva a conformar un nuevo umbral desde donde deben pensarse estrategias, alianzas y reposicionamientos de cara a las elecciones legislativas de octubre.
En las respuestas recabadas en el estudio realizado por el Cedop podemos focalizar algunas opiniones que dan cuenta de que, más allá del resultado electoral, se reflejan las huellas de diez años de centralidad de la política. La caracterización de los factores de poder y la consolidación de un voto convencido destacan una dimensión novedosa de toma de posición. El 42,8 por ciento, que visualiza a los medios de comunicación como el sector de mayor poder frente al Gobierno demuestra un grado de concientización cualitativamente diferenciado e imposible de ser imaginado previo al profundo proceso de debate social que se dio con relación a la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En este sentido, la desaparición de la Fuerzas Armadas (factor excluyente si esta encuesta se hubiera hecho apenas dos décadas atrás) y la menor incidencia de la Iglesia (a pesar de la entronización del papa Francisco) dan cuenta de un nuevo estadio en el proceso de consolidación democrática. Además, revelan la importancia que ha asumido el sistema mediático como articulador de los intereses de los sectores dominantes.
El 57,3 por ciento de interés en torno de la política emana de la posibilidad visualizada desde la crisis del 2001 y muestra un nuevo contexto de participación claramente contrastante con la apatía y la exclusión de los años ’90. Esta nueva postura se solidifica en la toma de posición expresada en la decisión sobre el voto definida desde un convencimiento ideológico, el 49,7 por ciento, no como reflejo de un voto tradicional (el voto peronista o UCR clásico), sino como fruto de la experiencia personal de este tiempo vital.
El 28,7 definió su voto en el último tramo de la campaña y de ellos el 18,5 tomó su decisión en el último día. Esto da cuenta de posibles fluctuaciones a futuro. Puede dar lugar al fortalecimiento de ciertas tendencias, generar nuevas alianzas o profundizar políticas que den paso a un reposicionamiento virtuoso, a partir de inclusiones democráticas que se reflejen en las futuras elecciones.
* Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales UBA.
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