Sáb 19.07.2003

EL PAíS • SUBNOTA

Cuestiones de espionaje

El titular de la SIDE, Sergio Acevedo, sostuvo ayer que “los servicios de inteligencia extranjeros desmienten que haya avisado del atentado contra la AMIA”. Acevedo dijo que “hay una serie de versiones en tal sentido, pero hemos hablado con los servicios de inteligencia colaterales y ellos nos han dicho que no tenían una previsión sobre un atentado de esa naturaleza”. También anunció que se le entregó al juez Claudio Bonadío la documentación relacionada con movimientos económicos de la SIDE en 1996. Bonadío busca de qué cuenta salieron los fondos con los que supuestamente se le pagó al principal imputado del juicio oral, Carlos Telleldín.
Página/12 reveló el jueves que uno de los máximos responsables de la investigación del atentado dentro de la SIDE, Patricio Finnen, admitió en una reunión realizada en el año 2000 que “hubo dos avisos, por escrito, de Brasil. Ambos avisos se cursaron a través de la oficina de la SIDE en la Triple Frontera”. Esto seguramente le será preguntado a Finnen en el juicio oral, ya que en aquella reunión de la SIDE había varios testigos.
En verdad, el desmentido del servicio de inteligencia de Brasil debe ser tomado con pinzas. Durante años se acusó a Brasil de colaborar poco y nada porque la política de ese país, “similar a la de buena parte de Europa”, fue no crearse conflictos con los países de Medio Oriente y la enorme comunidad islámica de Brasil. El colmo fue el caso del testigo clave, Wilson Dos Santos: Brasil no movió un dedo para que viniera a declarar y tardó seis años en ayudar a que se ponga a disposición de la Justicia.
En la polémica sobre los servicios de inteligencia, ayer terció el ex titular de la SIDE Miguel Angel Toma. Su argumento fue que él trabajó duramente en los seis meses en que estuvo a cargo de la central y que elaboró el informe “que esclareció totalmente el atentado”. El informe todavía no es público, pero se conocen dos aspectos descabellados. Primero, que el atentado se perpetró alquilando la camioneta en un negocio de la calle Juan B. Justo, cuando se sabe que en la Argentina es muy inusual el alquiler de camionetas y menos todavía en la avenida Juan B. Justo. Segundo, que los explosivos se compraron en Colombia, pasaron a Venezuela, de allí a Brasil y terminaron en Argentina. Ni el tipo de explosivo ni las cantidades ni el itinerario tienen la menor credibilidad.

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