EL PAíS
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Con oficina en la misma Casa Rosada
Jean-Jules Lecomte fue apenas uno de los criminales de guerra belgas que llegaron a la Argentina. De hecho, estos rexistas –fascistas católicos– gozaron en el país de especial influencia y poder. En el mismo barco en el que llegó Lecomte, viajaba el flamante embajador de Franco ante la Argentina, José María Areilza, que ayudó a este exilio pro-nazi a instalarse, abrió importantes puertas en el gobierno y hasta usó la valija diplomática española para ayudar a las comunicaciones secretas de los rexistas.
El 21 de mayo de 1947, cinco días después que Lecomte, llegó a Buenos Aires en avión quien sería el más importante belga exiliado, Pierre Daye. Para diciembre, este criminal de guerra estaba sentado en la Casa Rosada ayudando a fundar la Sociedad Argentina de Recepción de Europeos, nombre oficial de la red argentina que pronto operaría en seis países europeos trayendo cientos y cientos de genocidas, carceleros y asesinos nazis al país. La SARE tuvo su primera sede en Canning 1358, una vieja casona propiedad del Arzobispado de Buenos Aires. El generoso donante era el cardenal Santiago Copello, que ya andaba firmando recomendaciones para traer a 7250 croatas a la Argentina, entre ellos 15 genocidas. La finca sigue siendo de la Iglesia y hoy aloja el templo de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
El gobierno belga se enteró de la llegada de estos condenados en ausencia y pidió su extradición. En julio de 1947, el canciller Bramuglia recibía noticias de Dayé y Lecomte, que hasta figuraba con el nombre de Degraaf. El 16 de septiembre, gracias a Coordinación Federal –a cargo del joven mayor Jorge Osinde, que tan bien serviría a Perón en los setenta— ya tenía la cédula de identidad 3.490.034 y se había mudado a Dorrego 2320, primer piso. Cancillería, alertada por Osinde de la amistad y protección de la embajada española hacia Daye y Lecomte, cajoneó el pedido belga. Lejos de ser perseguidos, los belgas pronto se encontraron sentados en la Rosada, ayudando a traer a sus camaradas.
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