Dom 02.02.2014

EL PAíS • SUBNOTA

Un vistazo durante la espera

› Por Mario Wainfeld

El cónclave convocado por Luis Barrionuevo fue desairado por los referentes políticos opositores. El líder gastronómico los apostrofó y tildó de “cagones”. La diputada Graciela Camaño, que revista en el massismo, lo refutó casi en público. Tal vez la disputa sea algo más que una disidencia conyugal, ambos son políticos de nivel. Los arrebatos y la incontinencia verbal de “Luisito” lucen excesivos para el momento, que muchos protagonistas (con mejores perspectivas políticas) registran como delicado.

Conviene no exagerar ni ilusionarse de más. Pero, al cierre de esta nota, el mismísimo Hugo Moyano se maneja con bastante prudencia, comparado consigo mismo. No cuida mucho su imagen, se junta con el jefe de Gobierno Mauricio Macri y hasta lo ensalza. Riñe hasta con su hijo, el diputado Facundo Moyano, criticándole que se autonomiza para anudar acuerdos con Sergio Massa. Y la convocatoria del líder de la CGT opositora se va pareciendo mucho a la de los orígenes del MTA: una confederación de sindicatos de transporte.

Todo esto dicho, las acciones de Moyano son cautas, para sus parámetros usuales. No ha “ganado la calle” ni convocado a paros. Da la impresión, siempre transitoria y supeditada a mudanzas futuras, de que no quiere prender fuego, generar un “moyanazo”.

Su reclamo de una suma fija de aumento a cuenta de las convenciones colectivas es lógico, desde su lugar.

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Ocurre que es imposible poner en movimiento las convenciones colectivas hasta tanto se acomoden las coordenadas principales de la economía real, empezando por los precios (ver nota central). En ese aspecto, también el Gobierno corre (o, mejor dicho espera) contrarreloj.

Las novedades gremiales de la semana han sido pocas y no proyectables a futuro. La UTA realizó su clásica jugada de amagar con paros de micros de media y larga distancia, para lograr algunas mejoras. Es un juego de roles consabido, lo que no equivale a decir que es seguro que se llegue a un desenlace de acuerdo. Es lo habitual, que esta vez se repitió.

La Bancaria y los aceiteros acordaron una suma fija para los meses próximos, esperando a Godot. Es habitual que suceda porque sus convenciones vencen a fines de año, fecha poco propicia para cerrar acuerdos a largo plazo.

Gremialistas y funcionarios conversan sin ir más allá. El titular de la CGT oficialista Antonio Caló y Ricardo Pignanelli del Smata pidieron que se preservara el salario aunque privilegiando la defensa de los niveles de empleo. Otra señal de época.

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La paritaria docente ya es tópico de estas notas. El ciclo lectivo empieza a fin de febrero o principios de marzo según las provincias. Los gobernadores miran las tratativas nacionales y claman desde la tribuna para que no haya incrementos que, según ellos, les costará bancar. Se comentó acá mismo, semanas ha, que el Gobierno exploraba la posibilidad de un acuerdo semestral pero eso era antes de que “todo cambiara”. Ahora está sin referencias y más bien en plan de pausa. Una reunión de los cinco sindicatos nacionales de docentes con los ministros Carlos Tomada y Alberto Sileoni solo sirvió para tramitar diferencias. Los gremialistas propusieron un pacto trimestral, algo difícil de digerir para Nación y provincias. Pero la mayor distancia finca en las cifras. Mucho margen cuando queda poco tiempo.

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Para el kirchnerismo las convenciones colectivas son un bastión. Mantenerlas en la contingencia es un desafío grande. Si las variables económicas no se acomodan pronto, acaso un aumento de suma fija por decreto podría servir para paliar el impacto inflacionario en el bolsillo de los trabajadores. Y, en términos volitivos, de puente de plata hasta que haya condiciones para dinamizar la negociación colectiva.

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En el contexto actual, opina el cronista sin originalidad y no por primera vez, sería funcional generar mecanismos u organismos tripartitos. Los intentos previos de “Consejo para el acuerdo social” naufragaron como daño colateral del conflicto con “el campo”. Y cuesta pensar cómo podrían hacerse con la fragmentación del movimiento obrero. El frente empresario, se comenta en estas páginas, no es uniforme, hay diferencias de intereses, según los sectores. Los obstáculos son muchos, la necesidad también.

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