Jue 13.03.2014

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

Vértigo, parsimonia, proyectos

› Por Mario Wainfeld

En el crescendo final de su discurso de apertura de las sesiones ordinarias, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner omitió un par de menciones. La más llamativa fue el proyecto de ley aprobando el acuerdo con Repsol por la expropiación de YPF. La mandataria reparó el olvido verbal en su cuenta de Twitter. Y ciertamente dio instrucciones para que esa norma fuera prioridad en estas semanas. El Senado será la Cámara iniciadora de las propuestas del Ejecutivo siempre que éste pueda elegir, tal como ocurriera con la integración del período 2011-2013. La Cámara de origen tiene prerrogativas sobre la otra en caso de modificaciones y el Frente para la Victoria (FpV) junto a sus aliados pisa más cómodo en el Senado, sin que tampoco le sobre nada. La intención es que el Senado dé aprobación antes de fin de marzo para que en abril la ley salga con fritas. Nada es sencillo para el oficialismo, pero en líneas generales tirios y troyanos asumen que conseguirá su objetivo. La dinámica de los bloques y las borocoteadas dentro del peronismo han sido contadas. El Frente Renovador (FR) convulsionó el tablero electoral y genera disputas cuerpo a cuerpo de dirigentes en el conurbano bonaerense, pero no se han visto las fugas en masa (ejem) que profetizaban formadores de opinión que llaman anticipos informativos a sus deseos. Las mayores convulsiones en el Congreso, de momento, son internas entre las variadas vertientes opositoras. El diputado Sergio Massa fue más audaz y derechoso que sus adversarios en esa puja respecto del Anteproyecto de Código Penal (ACP). Ganó el premio Juan Carlos Blumberg en sectores de la opinión pública y se distinguió de los contrincantes. Estos fungieron de claque, el ex intendente de Tigre les ganó de mano e “hizo agenda”. Los medios, visceralmente amigables con él, le rindieron previsible pleitesía. Para los que quedaron afuera o a la zaga en el pelotón, habrá ocasiones de revancha, si se opta por ese perfil o por objetar como método todo lo que proponga el kirchnerismo. Tal vez el socialismo sea el único partido con aspiraciones a la presidencia que conserve algunos pruritos ideológicos que le impidan alinearse mecánicamente sin mirarse en el espejo. Hermes Binner es el presidenciable de esa fuerza que tiene banca de diputado. Julio Cobos (UCR) y el citado Massa son otros precandidatos opositores afincados en esa Cámara. El senador radical Ernesto Sanz todavía se ilusiona con serlo, aunque carga con el karma de tener un rival más vistoso en su partido y en su provincia. El jefe de Gobierno, Mauricio Macri, es por ahora el único postulante opositor con mando ejecutivo. Las posiciones objetivas signarán las tácticas, la primera jugada de Massa fue apostar extramuros del Congreso, donde es un diputado entre muchos.

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Vértigo y parsimonia: Sobrevive el malestar en el bloque de Senadores del FpV por la designación del korreligionario Gerardo Zamora. El titular de la bancada, Miguel Pichetto, es el mayor ofendido, sin ser el único. Pichetto, contra lo que se dice, no aspiraba al cargo de presidente provisional, que tiene menos “fierros” parlamentarios que el suyo y le apetece menos. Pero la opción por un extrapartidario sigue indigestando a los compañeros senadores, lo que no implica que no funcionen aceitadamente, como suelen hacer. El futuro de YPF es uno de los horizontes optimistas más extendido en la Casa Rosada, entre los gobernadores y en el sentido común kirchnerista. La presidenta Cristina demandó celeridad, los “gobernas” de provincias petroleras asienten. La velocidad, acaso el vértigo decisionista, signará ese proyecto. Para los códigos Civil y Penal, la parsimonia es la tendencia de la hora.

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Civilidad tranqui: El Código Civil fue aprobado en el Senado, dejando una secuela de debates pendientes. El escenario de la Cámara baja, más pluralista y sensible a las demandas de género, se insinuaba polémico y revisionista. Todo indica que en el corto plazo nadie le meterá pata a la ley. Es sabido que hubo gestos de transigencia hacia la jerarquía de la Iglesia Católica (injustos y exagerados a los ojos del cronista, para nada original en este punto). Con la Presidenta a punto de viajar a reunirse con el papa Francisco, con frentes de tormenta abiertos por derecha, aun los diputados oficialistas más convencidos de mejorar el texto susurran que “no es el momento”. Se subraya “momento” porque se habla del corto plazo, que en este año incluye una previsible tregua para junio. Una pax breve, cuya extensión depende de cuánto dure (cuánto avance, pues) la Selección Argentina en el Mundial de Fútbol. El cronista recoge pronósticos y apuestas entre legisladores kirchneristas: no se ven codificando antes de que Messi afronte su hora más desafiante.

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Códigos en lista de espera: Si el Código Civil tiene pinta de macerarse, ni qué hablar del ACP. Siempre estuvo pendiente la revisión y de reescritura por el Ejecutivo, la batida de Massa le agregó un clima de sospecha. Con malas artes, simplismo pero con impacto en “la gente” y en los medios. No hay que darlo por difunto, porque es una iniciativa valiosa que Cristina Kirchner quiere dejar como legado. Pero la sensación térmica induce a pensar que no sería prioridad, de momento. El Código de Procedimiento Penal es otra deuda institucional (se subraya “otra”): Cristina anunció su próxima remisión. Durante la presidencia de Néstor Kirchner se alumbró un proyecto razonable, que tuvo buen consenso entre los especialistas, los jueces y los fiscales. Quedó en suspenso, por esas cosas del querer. Los fiscales últimos serán protagonistas del cambio porque se les confiará la carga de investigar y acusar. Ahora se la reparten, de modo confuso y hasta promiscuo, con los jueces federales. Si se mejora el sistema, los jueces harían de jueces y los fiscales de fiscales. Se acentuaría la oralidad, se acotaría el papeleo. Las consecuencias verosímiles serían juicios más cortos (o menos largos, bueno), con mayor visibilidad y división funcional de tareas. Así dicho, eso podría complacer a garantistas y a quienes no lo son, pero nada es definitivo en el tenso esquema político vigente. Acaso haya quien se indigne por la existencia de defensores oficiales, a los que se les paga para asistir a los delincuentes... Es una ironía, claro... por ahora.

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Sanciones a empresas y protesta: En las democracias avanzadas, es el Ejecutivo el promotor principal de las leyes. Acontece en todas las comarcas, en la Argentina hay quien se indigna por lo que es una regla lógica. El 1º de marzo la Presidenta hizo un par de excepciones, tirándole la pelota al Congreso: las referidas a sanciones a las empresas que especulan y la referida a regular la protesta social. Los bloques del FpV sondean esos temas. Sobre sanciones y multas (seguramente el que interesa más de movida) ya circulaban varios proyectos. Los más difundidos son los del senador Aníbal Fernández y el diputado Héctor Recalde. Fernández quiere imponer un principio proverbial del derecho, que Cristina remarcó: “solve et repete”. Dicho en criollo, las cargas fiscales primero se pagan y sólo con ese requisito cumplido se puede recurrir ante los tribunales. La alteración de esa secuencia lógica torna ilusorias las sanciones del Estado, que pierden toda eficacia en el laberinto del Foro. La oradora fue aplaudida hasta (y especialmente) por los legisladores de PRO cuando habló de poner límites a la movilización callejera. La titular del bloque de diputados del FpV, Juliana Di Tullio, aclaró con presteza que la finalidad debe ser regular la afectación de derechos de terceros, regulando pero no criminalizando la protesta. La distinción es interesante y clara al expresarla, no tanto cuando se piensa en cómo llevarla al papel. De nuevo: si el oficialismo porfía en su buena praxis de no judicializar los derechos ciudadanos, una parte mayoritaria de la oposición podría reincidir en sus denuncias de impunidad, en sus proclamas en pos de penas severas, en esa melodía que tanto le place. Habrá que ver, con mucho cuidado.

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Indices y gestos: Cristina Kirchner halagó en su discurso a la oposición y redondeó el gesto invitando a legisladores multipartidarios a la jura de la presidenta chilena Michelle Bachelet. Una señal positiva y sistémica, no habitual en el kirchnerismo, que no hará cambiar de banderas a nadie pero que airea la convivencia cotidiana. Ayer se divulgó el apodado “índice de precios al consumidor del Congreso”. Un indicador que promedia un conjunto de índices mayormente inverosímiles, un engendro. Le dio alas la nefasta política oficial en el Indec, que ha sido corregida en esta etapa. Es un ejemplo nocivo de acciones y reacciones que empiojan la calidad institucional, que buena falta hace. La agenda del Congreso parece corta, pero el kirchnerismo acostumbra innovar sobre la marcha. Sus iniciativas más potentes surgieron haciendo camino: no estaban en los sucesivos tableros del verano. La coyuntura económica, la inflación, la puja distributiva, los precios, las paritarias signarán un año que será intenso a carta cabal, posiblemente más encendido que la primera quincena de marzo, que ya se va. La tregua futbolera no le hará mengua, aunque sí colocará una novedad exótica en una democracia pluralista. Una mayoría aplastante querrá lo mismo, aquello que se logró por última vez cuando todavía brillaba la estrella del presidente Raúl Alfonsín. Fue hace mucho, demasiado tiempo.

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