En un país de memoria frágil pocos recuerdan que la primera tanda de revelaciones de Wikileaks fue entregada a grandes diarios de países centrales. Los divulgaron acá los medios dominantes. Los documentos sobre la AMIA que hemos mencionado se ocultaron. Vieron la luz recién cuando Julian Assange, disconforme con la manipulación que hacía “la gran prensa”, los compartió con otros medios.

Página/12 reveló entonces lo que era una sospecha extendida: Nisman es un asiduo concurrente a la Embajada. Los cables probaban lo que las versiones no podían: su servilismo y alineamiento. Informaba sus movimientos, pedía directivas. Le “bajaban línea” y hasta le corregían borradores de dictámenes judiciales sometidos a su guarda.

Una nota del periodista Raúl Kollmann en este diario reveló que un dirigente de la DAIA muy cercano a Beraja, Alfredo Neuburger, era contertulio habitual de embajadores y funcionarios gringos a los que consultaba y seguía.

En ninguna de las consideradas entrevistas que concedió Nisman al multimedios se osó preguntar sobre esas cuestiones.