EL PAíS
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Amenazas al por mayor
Sólo caminar por Bancalari y la tensión de la zona del escuadrón se deja sentir. El silencio persiste hasta que de a poco se quiebra la desconfianza. Pero es que la desconfianza es amiga de los sobrevivientes: la zona es una porción de miseria en la que el avasallamiento policial, que incluye palizas a domicilio, allanamientos ilegales y contubernios con una difusa frontera entre la ley y el delito, es el caldo de cultivo de los ajusticiamientos. Los dos testigos hallados por Página/12 fueron ya ingresados al Programa de Protección de la Procuración General de la Suprema Corte. Pero en ambos casos los hombres del escuadrón tuvieron tiempo para sembrar el miedo antes de desaparecer de Bancalari.
A Pedro, el menor testigo del ruego de Leandro García, lo amenazaron primero. A Pablo, el testigo directo del fusilamiento, el mismo día del crimen un policía pasó a su lado haciéndole la señal del silencio. Luego, lo siguieron en un Gol Bordó famoso como de la comisaría 3ra. El viernes de la semana pasada un auto particular se acercó al testigo. “Mirá loco, van a andar unos tipos. Vos no sabés nada. Sabemos dónde vivís.” “Dejame tranquilo, loco”, les dijo Pablo. “Mirá, si declarás te matamos, si no te podemos dar a vos te secuestramos a un hijo”, dijeron y se fueron en un Polo gris. Eran las once y media de la noche. El miércoles por la mañana este cronista estaba en los tribunales de San Isidro cuando sonó el teléfono. Era Pablo. “No vengas, no vengas para acá”, dijo nervioso. “¿Qué pasa?” “No vengas, te están buscando, te esperan.” Había un Escort blanco con cuatro hombres en la esquina de su casa. El mismo auto sin patente ha sido visto por hombres que han sido imputados de los crímenes del escuadrón. La familia de Leandro García fue seguida luego hasta el lugar donde se encontró con Página/12 para una entrevista.
Nota madre
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