EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Vargas
Esta podría ser la crónica de un cenicero. Mi mujer me dice que fue un regalo de un familiar tras volver de la Patagonia. No tengo argumentos para rebatir su afirmación tajante. Lo cierto es que el cenicero –de un color a río marrón, tallado en madera de algarrobo– me acompaña desde hace 25 años en mi diario trajín. En los primeros años de corresponsal le coloqué una etiqueta de Página/12, que obviamente, con el paso del tiempo, se fue degastando hasta perderse todo vestigio del talismán. Lucía bárbaro en una gran mesa antigua donde sólo tenía la compañía de una Lexicon 80. Ha sobrevivido a mudanzas de redacciones, a olvidos y perdones. Y mientras escribo esto, está allí, esperando que las cenizas del cigarrillo prendido terminen volcadas en su interior, una y otra vez, como en todo este tiempo transcurrido.
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Roberto Fontanarrosa, como correspondía, fue el primer columnista estrella del diario. Lo convocó Pablo Feldman para que escribiera una columna, “Desde El Cairo”, luego llamada “La Mesa de los Galanes”, que rigurosamente mandaba escrita en máquina eléctrica, por fax, 48 horas antes del cierre. Sus textos, breves, desopilantes, hablaban de la fauna que habitaba el bar, el viejo bar. “Era un rincón apropiado para la mentira y una linda ejercitación en el delirio”, recordó el Negro sobre esos textos que mucho tiempo después se transformaron en pequeños grandes cuentos.
“Lo cierto es que, de repente, uno advierte que Rosario/12, crecido como apéndice de Página/12, se ha hecho un espacio propio y ha modulado una voz personal dentro de un mercado rosarino poco habituado a compartir preferencias. Y ha abierto otra puerta, para un grupo de periodistas jóvenes que viene empujando fuerte y busca formas de expresión no siempre convencionales”, escribió Fontanarrosa cuando cumplimos ocho años.
Y fue el Negro el que un día me llamó por teléfono para avisarme que iba a ir al diario un chico de parte de él. “Es bueno, fijate”, dijo.
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“Nunca había publicado nada en un diario y de verdad se me iba la vida en eso. Esperé a Vargas en la salita de espera y para cuando llegó, ya me sentía en mi casa. No por él. Había cierta atmósfera de local del PC en el lugar o del PI. La espera por la publicación fue muy corta porque el primer viernes posterior a mi llegada estaba mi nota pegada ahí. Tenía 20 años, era inconsciente y aunque fui feliz creo que por entonces no supe cuánto,” Gerardo Rozin
Recuerdo a Gary Vila Ortiz, exiliado de La Capital, errante, golpeado. Aquí tuvo su espacio y su reencuentro con el periodismo gráfico. Escribió: “Rosario/12 es un refugio para quienes solamente en este diario encuentran esa transparente belleza que tiene la libertad en el uso de la palabra”.
A Willy Lanfranco, otro gran periodista con el que compartí, codo a codo, los largos días de edición, daba gusto escucharlo dar clases de periodismo a los cronistas de turno que no podían asimilar cómo “destruía” sus notas.
Un viejo mail de Reynaldo Sietecase: “Mis años en Rosario/12 forman parte de mis recuerdos entrañables. Participar de su génesis fue de una intensidad maravillosa”.
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Cuando Rosario/12 cumplió 10 años, Ernesto Tiffenberg, director de Página/12, escribió: “Creímos que había llegado el momento de que el crecimiento (de Página) se concretara en ediciones locales en aquellas ciudades donde parecían más interesados en sumarse a la aventura. Rosario, claro, y nadie sabrá nunca si esto es un elogio o una condena, fue la primera. Rosario/12 nació así, de parto natural, y se las arregló para sobrevivir con una madre adolescente. Visto el resultado después de tanto tiempo, el método no parece haber sido tan malo”.
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Se lo llama “Página/12 Rosario”, “suplemento regional”, “el página chico” (Carlos Reutemann, dixit), el diario que rompió la tradición, el diario de los lectores que no “gritan gol el lunes por La Capital” (como canta Fito Páez)...
Somos también “el R12”, una síntesis lingüística y cálida de aquellos que nos leen todos los días y que remite a un auto, a un clásico de la clase media argentina de los 70. “El más querido de país”, decía el slogan publicitario. 25 años después, sin dudas, Rosario/12 ha recorrido un largo camino, sosteniendo, a diario, la pasión por el periodismo.
Desde aquel viernes de setiembre de 1990, primero una vez por semana, y poco tiempo después, a diario.
* Jefe de Redacción de Rosario/12.
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