EL PAíS
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El debate verdadero
Por Alejandro Mosquera *
Detrás de la discusión sobre la libertad de Emilio Alí hay en realidad una dura confrontación sobre el país que viene o, mejor dicho, sobre las conductas del Estado ante una sociedad insatisfecha, con más de 14 millones de pobres, con crecimiento de la desocupación, con disminución del salario real vía inflación y continua pérdida de derechos.
La ultraderecha argentina no sólo ha tenido un dogma económico sino que ha desarrollado una visión del Estado donde a la convulsión social que provocan sus políticas responde intentando convertir a cada hombre o mujer que reclama en un delincuente. Trata de convencer al resto de la sociedad (también sufriente) que su enemigo es aquel que protesta y acto seguido judicializa la pobreza.
Algunos datos servirán para explicar esta aseveración: entre 1997 y 1998 se registraron 219 cortes de ruta. Según el Centro de Estudios Nueva Mayoría, sólo durante el mes de diciembre del 2000 tuvieron lugar 238. Es sabido que este método de protesta se extendió a todo el país, sumándosele los requerimientos de alimentos en muchos lugares de expendio. El promedio de detenidos por cortes de ruta es de 10 personas, y existen actualmente más de 2800 sujetas a proceso penal debido a su intervención en las protestas por la aguda situación económico-social.
Necesitamos más y mejor democracia para enfrentar la crisis, no menos.
Esta es la encrucijada de hoy: o se repiten las políticas de ajuste y se concibe un Estado policial y autoritario, donde los pobres estén presos y los delincuentes de guante blanco libres –y los argentinos viviendo en la intranquilidad, sin paz social–, o imaginamos una salida en beneficio de todos, aunque sea difícil, con justicia independiente y de la cual nos sintamos orgullosos, donde el Estado tienda la mano a los desocupados y combata la pobreza consolidando la paz.
Ni el Ejecutivo ni el Legislativo juzgan, pero tienen la capacidad de reparar injusticias, se necesitan dirigentes del Estado que miren la dureza de la situación, tomen medidas que atiendan a la emergencia para que retorne la paz social. Lamentablemente veo a algunos pensando cómo meter presos a los piqueteros, cómo perfeccionar la represión contra los maestros o cómo coordinar bandas de matones para intimidar a los caceroleros. Si tuviera que poner un ejemplo de lo que no necesitamos sería Ruckauf: relaciones carnales con el poder (EE.UU.), mano dura con los pobres e intolerancia con los que pensamos diferente. Y, por las dudas, huye cuando la provincia arde. De corazón espero que Solá no siga su camino.
* Diputado bonaerense del Frepaso.
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