EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
Pocos días le bastaron a Macrì para dejar de lado la sobriedad con que soportó la injerencia política del Papa Francisco y competir con el justicialismo en el intercambio de legitimación recíproca con la Iglesia Católica Apostólica Romana. El domingo pasado participó en la ceremonia de cierre del Congreso Eucarístico Nacional realizado en Tucumán y leyó una invocación a “Jesucristo, Señor de la historia”, provista por el Episcopado local. Su texto recababa su ayuda para erradicar la corrupción, proteger la vida desde la concepción hasta la muerte y vencer las diferentes formas de pobreza.
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