Lun 12.01.2004

EL PAíS • SUBNOTA  › PLACER Y NEGOCIOS EN LA CARRERA DE UN CRUZADO

North, un mercenario anticomunista

“Hollywood no debería dejarlo escapar. Es un actor nato. Agresivo como Clint Eastwood, apuesto como Glenn Ford, sombrío como Paul Newman.” Durante las dos semanas que duraron las audiencias televisadas por el caso “Irangate” en 1987, los periódicos norteamericanos describieron con esas palabras al principal acusado, Oliver North.
Con su retórica apasionada y su complejo encanto, Ollie –como se lo conoce en el país del norte– logró que 150 millones de compatriotas lo terminaran reconociendo como un héroe nacional. Poco parecía importarles las tareas mercenarias de este teniente coronel de Marines que, por sobre la prohibición del propio Congreso, financió a la “Contra” nicaragüense en su intento de derrocar al gobierno sandinista. El dinero provenía de la ventas de armas a Irán, depositado entre 1985 y 1986 en abultadas cuentas suizas.
Ollie era el personaje perfecto para la conspiración secreta: su ciega obediencia, su fiero anticomunismo y la lucha sin cuartel que a diario libraba contra la burocracia y los organismos constitucionales del poder, lo transformaban en el hombre ideal para la misión. “No distinguía entre la subordinación y la sumisión –recuerdan sus compañeros de la Academia Naval de Annapolis de donde egresó en 1968–. Le fascinaba recibir órdenes. Era un muchacho dispuesto a todo por obtener un reconocimiento”. El apodo que le habían puesto sus camaradas “toro-elefante vuelto loco” –intraducible al castellano– intentaba dar cuenta de su extraña personalidad.
A esta “locura innata” se sumó la que contrajo en su paso por la guerra de Vietnam, de donde volvió con dos Corazones Púrpuras, medallas que premian las heridas en combate o “un reconocimiento a la crueldad”, como alguna vez las calificó Arthur Miller. A su regreso del sudeste asiático, North fue internado en una clínica para oficiales con disturbios psíquicos, tras protagonizar una escena en la que salió desnudo a la vereda de su casa, con un arma cargada y gritando “¡No sirvo para nada!”.
Cuando salió del neuropsiquiátrico tomó cursos sobre “comunismo y terrorismo” y se especializó en la llamada “guerra de baja intensidad”, hasta que en 1981 entró al Consejo Nacional de Seguridad desde donde, en pocos años, logró ingresar al complejo mundo de la diplomacia secreta y de allí, directo al Irangate.
Acusado de doce cargos, incluidos los de falso testimonio al Congreso, destrucción de documentos oficiales y aceptación de un regalo ilícito (una cerca electrónica de seguridad), el juez del Tribunal del Distrito de Washington le dictó la irrisoria sentencia de tres años en suspenso, 150 mil dólares de multa y 1200 horas trabajando en asuntos de interés colectivo. Dos años después fue exculpado, devino empresario y candidato a senador por el estado de Virginia.
Su constante afirmación de los valores tradicionales de patria, familia y religión –lo que no es ninguna novedad para un conservador, fiel representante de la derecha cristiana– no le alcanzó para quedarse con la banca. Tampoco le sirvió la red de oración que organizó un grupo de cristianos fundamentalistas, que diariamente rezaron por su candidatura. La derrota le impidió subir su primer escalón hacia la presidencia.
Sus trabajos en el periodismo como comentarista de radio y corresponsal de guerra en Irak para la cadena Fox, no le quitaron tiempo para fundar la empresa Guardian Technologies con un socio que conocía muy bien: Joseph Fernández, ex delegado de la CIA en Nicaragua. La empresa de North es la que provee a Trident Investigative Service, el grupo que intenta instalarse en Argentina para ofrecer seguridad privada, de autos blindados, chalecos antibalas y los contactos con los servicios de inteligencia de Estados Unidos.
Su protagonismo en el escándalo “Irán-Contras” no impidió que el gobierno de Bush lo siga echando de menos. Al contrario. Ollie actualmente es funcionario en el área que mejor conoce. Realiza tareas como consultor de una nueva agencia de seguridad territorial norteamericana.
Informe: Martina Noailles.

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