EL PAíS • SUBNOTA
“En el cuerpo de ese hombre, ante esa situación, yo no sé qué habría hecho”, dijo el entonces presidente Carlos Menem en junio de 1990, un día después de que el ingeniero Horacio Santos persiguió a dos hombres (Carlos Daniel González, de 31 años, y Osvaldo Aguirre, de 29) que habían robado el pasacasette de su auto, los encontró y disparó a la cabeza de cada uno de ellos un balazo que resultó mortal. Mientras Menem se explayaba sobre el impulso privatizador de empresas públicas en el programa Tiempo nuevo, su interlocutor, Bernardo Neustadt, introdujo el caso que acababa de poner sobre el tapete un debate sobre “justicia por mano propia”.
Menem estuvo a favor y en contra: “Como hombre que estudió derecho y se recibió de abogado, en un encuadre jurídico y legal, creo que (Santos) no estuvo bien, porque debían tener derecho a la legítima defensa que se ejerce durante un juicio”, razonó. Luego añadió: “pero hay que estar dentro de esa persona; es muy posible que haya obrado en un estado de emoción violenta y puede ser en defensa propia. El encuadre jurídico lo va a hacer el juez y los abogados defensores del ingeniero que obró de esta forma alegarán un estado de inimputabilidad”.
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