EL PAíS • SUBNOTA › OTRA CAUSA PARA ANALIZAR
› Por Raúl Kollmann
Tras el fallo de la Corte Suprema, seguramente el juez federal Julián Ercolini pedirá la causa judicial en la que se investiga la muerte del ex policía Héctor Osvaldo Goncalvez Pereyra, dueño de una pequeña agencia de seguridad, que a principios de septiembre cayó en un enfrentamiento, en Luján, con piratas del asfalto. En la noche de la muerte de Alberto Nisman, Goncalvez Pereyra habló con Luis Miño, custodio del fiscal, y también se comunicó con el espía Jaime Stiuso. Esto ocurrió después de la una de la mañana, cuando el cuerpo de Nisman ya había aparecido. Aún así, la justicia tratará de saber si hubo algo raro en la muerte del ex policía, porque estaba convocado como testigo para que cuente el motivo de aquellas conversaciones.
Goncalvez Pereyra y Miño se conocían desde hacia tiempo porque ambos eran custodios del Excel Group en la zona de Palermo. Cuando el holding empresario que conducía Juan Navarro entró en crisis, fue Stiuso el que hizo de nexo para que Miño entrara como custodio de Nisman. Al mismo tiempo, Miño seguía haciendo adicionales con la empresa de Goncalvez Pereyra, al punto de que el guardaespaldas de Nisman fue a cubrir el turno que le correspondía el 19 de enero de 2015, es decir al día siguiente de la muerte del fiscal.
La fiscal Viviana Fein, que instruyó la causa, tenía previsto citar a Goncalvez Pereyra y también iba a hacer lo propio Palmaghini, la jueza que se hizo cargo de la investigación después de Fein. Pero la polémica por el fuero en que debía tramitar la causa Nisman fue postergando la declaración. El punto clave es que las conversaciones de Goncalvez Pereyra con Miño y Stiuso aparecieron en un entrecruzamiento realizado por la división Fraudes Bancarios de la Policía Federal. En ese informe se señala que en aquel fin de semana del 17 y 18 de enero de 2015 hubo llamadas entre Stiuso, el también ex jefe de la SIDE Fernando Pocino, el ex número dos de la Agencia Federal de Inteligencia, Juan Martín Mena, el fiscal Carlos Stornelli, el entonces jefe del Ejército, César Milani, el ex titular de la Bonaerense Hugo Matzkin y otros funcionarios. Como ya señaló este diario, los protagonistas dejan entrever que las comunicaciones se hicieron porque en aquellos dos días ocurrieron tres hechos inusuales: Nisman había denunciado a la Presidenta y al canciller; estaba en duda si concurriría ese lunes al Congreso, desapareció un misil de una base del Ejército en Arana, La Plata y jugaban Boca y River en Mar del Plata, por lo que se temía un choque de hinchadas. Después de la aparición del cuerpo de Nisman, ya las conversaciones se volcaron al tema de la muerte del fiscal.
Goncalvez Pereyra habló con Miño y con Stiuso esa madrugada y la justicia iba a pedirle precisiones. El ex policía tenía una flota de unos 50 celulares a su nombre, los que usaba en su agencia, que se dedicaba a numerosas custodias. En una de ellas, Goncalvez Pereyra perdió la vida. Fue cuando acompañaba a un camión con ropa Lacoste en Luján y se enfrentó con piratas del asfalto. Ahora Ercolini será el juez que pedirá la causa para verificar si hubo algo raro que pueda ser vinculado con la muerte de Nisman.
En los últimos días se pretendió presentar a Goncalvez Pereyra como un testigo clave. La realidad es que se comunicó con Stiuso, su viejo amigo, y con Miño, su empleado, después de la muerte del fiscal. Seguramente le contó al ex espía lo que vio Miño en el departamento de Nisman. Actuó, como lo hacía desde hacía tiempo, como un informante de Stiuso y su aparato de inteligencia.
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