Jue 21.03.2002

EL PAíS • SUBNOTA

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› Por Irina Hauser

Las asambleas barriales se sienten perseguidas, y no es culpa de su imaginación. Sergio Tobal, martillero y uno de los fundadores de la asamblea de Palermo Viejo, denunció que ayer mismo fue extrañamente detenido en la calle, a las once de la mañana, por cuatro policías de civil. “Me pararon en Córdoba y Humboldt, me dijeron que necesitaban que me identificara y me revisaron el auto entero. Venían en un Fiat Palio de color borravino con chapa DOQ 784”, precisó. A Juan, de la misma asamblea, le pasó, también ayer, algo similar. “Iba caminando lo más tranquilo, repartiendo volantes para convocar a la marcha de antorchas cuando aparecieron dos policías que me pararon en Ravignani y Córdoba. Venían en un auto también borravino. Me pidieron documentos y dijeron que buscaban un auto robado. Lo extraño es que yo estaba a pie”, contó a este diario. El martes, los asambleístas de Corrientes y Juan B. Justo fueron agredidos con un disparo que rozó sus cabezas y pegó en uno de sus afiches. En el Conurbano, la persecución tomó forma de agresión física, sangrienta, desde el 22 de febrero, en el primer cacerolazo en Merlo, y se repite todo el tiempo.

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