El Gobierno consideró “asunto terminado” el episodio que culminó ayer con el traslado de Guillermo Suárez Mason a la cárcel y la remoción del embajador ecuatoriano Germánico Molina. “Fue un hecho desdichado. Y tuvo la resolución que corresponde: aquel que quebrantó la prisión domiciliaria terminó en una prisión común. Y el diplomático que cometió semejante error fue desplazado de su cargo”, señaló a Página/12 el jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
En rigor, el Ejecutivo no quedará aún del todo ajeno a la instrucción de la causa. Hoy mismo, al mediodía, el canciller Rafael Bielsa relatará los pormenores del episodio al juez Jorge Urso. No sólo expondrá el fax anónimo que reveló cómo el represor violó su prisión domiciliaria, trasladándose a una fiesta en el auto oficial de Molina. También resaltará las contradicciones del ahora ex embajador de Ecuador.
Cuando Bielsa chequeó telefónicamente si era verdad lo que decía el anónimo, Molina lo reconoció en todos sus términos. Más aún: amplió sobre algunos aspectos de la fiesta, como por ejemplo que había odaliscas que bailaron la danza del vientre.
Sin embargo, en un reportaje que ayer publicó Clarín dio otra versión. Dijo que había ido a la puerta de la casa de Suárez Mason a entregar un presente –dos botellas de vino– y que después se despidió, sin haber tenido participación alguna en al fiesta.
El lugar en donde se celebraron los 80 años de Suárez Mason, en la noche del 23 de enero y madrugada del 24, es otro punto oscuro a investigar. La presencia de Emilio Asad, un amigo del represor tan fanático como él de Argentinos Juniors, hizo especular con una fiesta a todo trapo en el predio Malvinas Argentinas del club.
Indignado, el presidente de la institución, Luis Segura, lo negó. “Es raro que si se hizo en Argentinos Juniors nadie lo haya visto. Es difícil hacer algo a escondidas en un club tan chico”, especularon en voz alta desde la propia Casa de Gobierno. E inmediatamente aportaron otra versión: que Suárez Mason habría sido trasladado a una casa quinta de Ituzaingó, propiedad de Asad.
Más allá de los dimes y diretes, y a pesar del trámite judicial que Bielsa debe realizar hoy, en el Palacio San Martín resaltaron que “es un tema diplomáticamente concluido” desde el preciso momento en que el canciller ecuatoriano, Patricio Zuquilanda, anunció la remoción de Molina.
“La única manera de que volvamos a participar es que a Molina lo cite la Justicia argentina, algo que puede hacer, ya que ahora es un ex embajador y no cuenta con inmunidad. En ese caso tendremos que tramitar el exhorto correspondiente a Ecuador”, señaló a este diario una alta fuente diplomática.
Por ahora, hubo homogeneidad en el discurso oficial a la hora de bajarle el tono al conflicto diplomático. Fernández aseguró a Página/12 que en ese sentido Néstor Kirchner mostró “plena satisfacción” con los pasos dados por Quito. Sobre todo por la “celeridad” para resolver el conflicto.
Horas antes, Bielsa había manifestado lo propio durante una conferencia de prensa. Lo hizo al resaltar “la profesionalidad” con la que trabajó la Cancillería ecuatoriana. “A los 15 minutos de la conversación con Zuquilanda –quien se encontraba en la reunión de gabinete encabezada por el presidente Lucio Gutiérrez– el embajador ya había cesado en sus funciones”, dijo.
Cuando le preguntaron puntualmente sobre Molina, Bielsa se soltó con una ironía: “En este momento está en un avión rumbo a Quito y me imagino que su situación personal es conseguir trabajo”. Su lugar lo ocupa desde ayer el cónsul general, Alfonso Morales Suárez.
Los representantes de ambos países se preocuparon en resaltar que el episodio no alteraría un ápice las relaciones. “Siguen intactas, como siempre”, aseguró Fernández. “Fue un tema privado de Molina”, se escudó Zuquilanda. “Por eso –agregó– es necesario decirles a los argentinos quela gran amistad que existe entre el presidente Kirchner y el presidente Gutiérrez es bien intensa y, en consecuencia, no se verá afectada de ninguna manera entre los dos mandatarios.”