EL PAíS
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Se sabía
› Por Horacio Verbitsky
Después del 1,40: “Más allá de las decisiones voluntaristas del gobierno, un punto de referencia ineludible es la cotización del real brasileño, que pasa con holgura el 2x1 respecto del dólar. Además de las misiones oficiales del Fondo y del Senado de los Estados Unidos, también llegó a Buenos Aires un enviado más sigiloso para informar al presidente acerca de lo que ocurre en la Argentina, el embajador Richard T. McCormack. En algunas de sus entrevistas con personas de distintos sectores políticos y sociales, McCormack formuló cinco preguntas y adelantó una opinión. Las preguntas:
- ¿Quién organizó ‘los ataques a los supermercados’ (sic).
- ¿Es el mismo grupo que atacó la Casa de Gobierno y el Congreso?
- ¿Es posible que los militares vuelvan a tomar el poder?
- ¿Cuál ha sido el peor error económico cometido en los últimos años?
- ¿Qué debería hacer en esta coyuntura el Fondo Monetario Internacional?
Tan significativa como sus preguntas fue la opinión expresada por McCormack. ‘La Argentina deberá acostumbrarse a convivir con las consecuencias de sus decisiones’ dijo”. (“Luces de la ciudad”, 13 de enero).
Diálogo de sordos: “Toda esta agitación encubre el tema básico que sigue sin definirse: cómo se repartirán los costos de un achicamiento permanente de la economía de no menos de una tercera parte, impuesto por el corte del financiamiento externo que comenzó en 2000 y precipitó la crisis de 2001.Nadie en el gobierno parece haber advertido que ese flujo no se reanudará, de modo que las conversaciones con el Fondo Monetario se parecen a un diálogo de sordos. Mientras el FMI reclama un apretón de doce mil millones (dos tercios a la Nación y un tercio a las provincias) el gobierno se ilusiona con un auxilio de quince mil millones para financiar el abandono del tipo de cambio fijo y la flotación libre del dólar, una vez convertidos todos los depósitos y las deudas a pesos. Ni siquiera faltan quienes en privado hablan del doble de esa suma” (“El Plan Manolito”, 20 de enero).
El rol del dólar: “La concentración de la economía se incrementará aún más, porque podrán comprar por dos pesos todo lo que les interese. En contra de las afirmaciones oficiales, todas las medidas adoptadas hasta ahora refuerzan la posición del dólar como reserva y referencia de valor, lo cual permite temer que una vez terminada la licuación de todas las deudas y consumada la transferencia de ingresos y la modificación de los precios relativos de la economía, reaparezca la presión dolarizadora” (“Fin de régimen”, 27 de enero)
Cien por día: “La devaluación sin programa, el subsidio estatal para licuar las deudas de las mayores empresas con el sistema financiero, la laxitud impositiva y la flotación cambiaria hacen depender una vez más al gobierno del financiamiento externo, que no vendrá a una sociedad tan desorganizada, según la suave expresión del ministro de Economía de los Estados Unidos, Paul O’Neill. El respirador artificial que la autoridad monetaria está aplicando al sistema financiero se expresa en un incremento de 100 millones de pesos diarios en la circulación monetaria, emisión que se destina a efectuar pases y redescuentos. En las dos primeras semanas de febrero esa desesperación por salvar al sistema financiero, incrementó la base monetaria en un 20 por ciento. Esto sólo es comparable con los peores tres meses de la hiperinflación de 1989 y puede terminar del mismo modo. No podría demorar más de tres meses el estallido de todas las variables. Como el personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo, el Senador Duhalde avanza sin quererlo hacia la dolarización, que daría el golpe de gracia a quienes dependen de ingresos fijos. Al caer De la Rúa, las reservas alcanzaban para comprar toda la circulación monetaria a algo más de un peso por dólar. Si el circulante sigue aumentando al ritmo actual, hacia fin de año eso sólo sería posible a 3,20 por dólar” (“Perdido en el gomón”, 24 de febrero).
Sin rescate: “Duhalde prometió festejar el 9 de julio el fin de la recesión. La irrealidad de los despachos oficiales, entregados a intrigas, movidas de piso, cuando no a imposibles planes continuistas o por lo menos a una pretendida gestión normal, no evocan la socorrida imagen del “Titanic” (que ha sido superada) sino la del “Kursk”, el submarino atómico hundiéndose y sin retorno, mientras se agota el oxígeno, en la espera desesperada del rescate que no llega. Cuando vuelva a la superficie, todos los tripulantes estarán muertos” (“Fiesta en el Kursk”, 10 de marzo).
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