El hecho de que la economía argentina crezca a niveles importantes no es novedoso. La última vez ocurrió a comienzos de los años ’90, en los inicios de la convertibilidad. Por entonces, después de la híper, el Producto Bruto también mostró una expansión en torno al 8 por ciento anual. Pero la incipiente concentración y extranjerización de la economía puso límites estrictos a la socialización de ese crecimiento.
Se insinuaba el modelo que siguió durante todo el menemismo y le explotó en las manos a Fernando de la Rúa. Después de la crisis, la economía volvió a expandirse. Se plantea entonces una oportunidad para hacer lo contrario de lo ocurrido durante la criticada década pasada. Una de las herramientas para dar el giro de 180 grados es que el crecimiento dé lugar a una distribución de los ingresos del Estado de una manera justa e integradora.
¿Qué hacer con el excedente entre lo que se recauda y lo que se gasta? Esa es la pregunta que domina el debate actual entre los economistas. Los especialistas difieren en la cantidad de dinero que el Estado ahorrará este año, pero nadie duda de que será un monto impactante: de entre 2500 y 7000 millones de pesos.
Los economistas ortodoxos reclaman que bajen los impuestos que ellos consideran “distorsivos”, como el que grava a las transacciones financieras o las retenciones al agro, sin reparar en que el campo fue el sector más favorecido por la devaluación y está exportando a precios récord en dólares. En la city también tironean para que Néstor Kirchner ablande su posición frente a los acreedores externos, que alguna vez se dejaron tentar por los rendimientos exorbitantes de los bonos argentinos. Para esos especialistas no se trató de una inversión de riesgo –de allí que las tasas de interés a las que se endeudaba el país eran altísimas– sino que su apuesta es a que una rápida resolución del tema de la deuda en default habilitará nuevas inversiones foráneas. Los consultores de la city también reclaman la creación de “fondos anticíclicos”, que absorberían el superávit en épocas de expansión y aportarían liquidez cuando haya sequía.
Parece una idea lógica. El problema son los millones de argentinos que no tienen empleo y también aquellos que, aun teniéndolo, no les alcanza ni siquiera para alimentarse y vivir con dignidad.
Una opción es aprovechar el actual crecimiento económico para empezar a dar vuelta la historia de los últimos años. Aumentar los salarios, las jubilaciones y la asistencia social forma parte de ese largo camino. Como también aportarían otras medidas, como gravar a la renta financiera o elevar Ganancias a los más favorecidos.