Mié 16.06.2004

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Haití en diez aciertos

Por Luis Tibiletti *

El colega Juan Gabriel Tokatlian (de ahora en más JGT) escribió aquí el último domingo una nota sobre “El desacierto de enviar tropas a Haití”. Resumió su posición en diez puntos contra los que calificó de “desaciertos”. Aquí va la réplica, también por diez.

1 JGT considera que enviar tropas a Haití por “intervención humanitaria” es un error basado en que la verdadera tradición liberal es antiintervencionista y ni la democracia ni el respeto de los derechos humanos se pueden imponer. De acuerdo en que hay un difícil equilibrio entre el no hacer nada de la comunidad internacional frente al genocidio de Ruanda y el “intervencionismo salvífico” de Estados Unidos en Irak. Pero depende de para qué y cómo se lleve a cabo una intervención humanitaria. El Padre Nuestro sigue siendo una hermosa oración aunque también la rece Von Wernich. Además, como bien dijo el canciller Rafael Bielsa, nadie cree que lo de Haití se arregle con militares pero tampoco nadie plantea que se pueda empezar a resolver sin ellos, siempre que sean bien conducidos políticamente.

2 JGT menciona que se habla de un “intervencionismo justo” pero que en realidad la Argentina termina convalidando el golpe de Estado contra Aristide. Alto, JGT, ni tan calvo ni con tres pelucas. Hay otra explicación posible. Hubo un intervencionismo “justo” cuando la ONU legitimó la restauración de Aristide en el gobierno tras el golpe de Estado de Raoul Cedrás y los militares haitianos. Aristide volvió apoyado por las bayonetas de los marines (mala fariña, diría Napoleón) y trayendo bajo el brazo un magnífico plan del FMI. Por supuesto destruyó todo lo poco que quedaba en Haití. El pueblo se hartó y lo abandonó. Creó sus propias milicias para defender su gobierno. Tuvo que hacer fraude en las elecciones del 2001 porque si no perdía. Le bloquearon los fondos de ayuda reclamando elecciones libres. No pudo seguir pagando a sus “paras” y se le sublevaron. Cuando lo tenían rodeado llegaron de vuelta los marines y le ofrecieron unas vacaciones pagas en la República Centroafricana. Los expertos argentinos que han estado en Haití dicen “de lo que no veas en Haití no creas nada y de lo que veas, muy poco”. Es decir: el argumento del golpe ya no es válido y menos aun cuando sus propios vecinos del Caricom acaban de aceptar la “legitimidad transitoria” del gobierno actual.

3 JGT marca que el altruismo no fue el motor que impulsó a Francia ni a Canadá ni a EE.UU. ni al resto. OK, JGT, pero, ¿dónde estuvo el altruismo de sus hermanos del Caribe, Centroamérica, América del Sur y América latina en estos últimos años? ¿O estos siete millones de dólares que vamos a pagar ahora para asumir nuestra responsabilidad nosotros los argentinos los ofrecimos antes para apoyar una transición pacífica y resolver el drama del pueblo haitiano? La hipocresía lamentablemente no es propiedad privada de los grandes en este mundo. Y nada impide empezar a ser solidarios.

4 JGT subraya que el estado social lamentable de los haitianos no es nuevo y en buena medida se debe al bloqueo impuesto por los organismos multilaterales por presión de EE.UU. ¿JGT cree que deben hacerse cargo de todo EE.UU., Canadá, Francia y los organismos multilaterales? ¿No es una vuelta al colonialismo del siglo XIX?

5 No está probado, dice JGT, que el eje Fidel Castro-Hugo Chávez haya tenido presencia en Haití y en cambio sí hubo financiamiento norteamericano a opositores. Sea cual fuere el dato objetivo, es un argumento más para ir.

6 JGT dice que no toda resolución legal de la ONU es legítima. Si es por eso, ninguna resolución del Consejo de Seguridad lo es, porque el derecho a veto de los cinco miembros permanentes la convierte en no es democrática. Argumento rechazado, salvo que JGT conozca algún rincón de Marte donde trasladar a este querido país llamado Argentina.

7 JGT sostiene que “la misión es muy amplia, el objetivo es poco claro y la duración es indeterminada”, porque “se trata de construir todo un edificio institucional democrático –desde el control efectivo del orden público hasta las garantías electorales– que difícilmente puede ejecutarse exclusivamente con soldados y policías”. Es cierto, pero lo mismo sucedía en la ex Yugoslavia o en el Congo. Las misiones de paz de la ONU no son excursiones benéficas sino situaciones de alta conflictividad. Las FF.AA. se desempeñaron bien, aunque personalmente creo que es un error no aprovechar la experiencia de nuestra Gendarmería en la zona.

8 Dice JGT: “La tendencia del liderazgo civil de creer que tener a los militares involucrados en misiones en el exterior significa tener una política de defensa es un error mayúsculo”. No puedo impedir que JGT compare a la torpe dirigencia política argentina con la refinada que conoció en sus muchos años de residencia en Colombia, pero ésta es la única dirigencia civil de América latina que por su propia iniciativa en el Congreso sancionó un cuerpo legal que sentó doctrina en toda la región: las leyes de defensa y seguridad interior, servicio militar voluntario, reestructuración de las FF.AA., inteligencia e ingreso y egreso de tropas.

9 Se estaría ocultando, dice JGT, que: a) cada cual va porque tiene sus propios intereses en el asunto y b) esto puede ser el preludio de seguir juntos a otras crisis como Colombia o Bolivia. Pero todos sabemos que una de las claves de las comunidades pluralistas de seguridad en la región es que todos interpreten que lo que se hace respeta sus intereses nacionales, es decir que el argumento en contra se convierte en un argumento a favor. En cuanto al reparo b), la región debe avanzar en un proceso del tipo del de Contadora en los ‘80 para ayudar en las crisis de Colombia o Bolivia. Si no, los cinco grandes del Consejo terminarán ocupándose.

10 La meta de la reinserción en el mundo, sostiene JGT, es un argumento demasiado trillado. Lo comparto. No se trata de ver todo como contraprestaciones a Estados Unidos. Sin embargo, conviene recordar que todavía no sabemos cómo repetir aquel mapa con agujero de Tato Bores.

* Profesor de Seguridad Internacional y Cooperación para la Paz, Escuela de Relaciones Internacionales, Universidad del Salvador.

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