EL PAíS
• SUBNOTA › AHORRO, CONSUMO, INFLACION Y OTROS DILEMAS
Para algo sirve el desempleo
› Por Julio Nudler
El modelo de Lavagna funciona en base a dos variables peleadas entre sí: el ahorro interno y el consumo. Para que puedan convivir sin excluirse mutuamente se necesita que la torta del ingreso aumente decididamente de tamaño. Pero aun ocurriendo, los dilemas subsisten. Si el reparto del ingreso se volviera más equitativo, lo cual parecería congruente con un discurso de centroizquierda como el de Kirchner, al ahorro privado no le iría muy bien y, por tanto, tal vez resultasen insuficientes los fondos disponibles para inversión, incluso suponiendo que el sistema bancario y el mercado de capitales funcionaren algún día como enlace entre ahorradores e inversores. Si la distribución sigue siendo tan desigual como es característico de este país, y más aún desde la última crisis, habrá fondos prestables pero faltará consumo. Esto a la transversalidad no le conviene. Pero también el sector público tiene un papel asignado.
El Estado kirchnerista debe ahorrar para servir la deuda, por un lado, y para invertir, por el otro. Esto en la Argentina real exige reducir la evasión impositiva, lo que conduciría a una disminución relativa del trabajo en negro, porque es con plata no declarada que se le paga al trabajador no registrado. Para las pyme, y también para las empresas más grandes que evaden, los costos subirán. Y si el consumo se los permite, los empresarios mandarán ese plus a los precios, y si pueden también les cargarán un incremento en sus márgenes.
Con una desocupación que sigue siendo muy alta, sobre todo si se le añade la gente que cobra planes, la capacidad de los trabajadores de pelear por su salario real es menguada. Por tanto, a Lavagna le viene bien por este lado que el desempleo haya detenido su disminución, aunque, por otro, la inflación que ya existe y está acelerándose en diversos rubros recortará la demanda física que reciben varios sectores. Esto ya está aconteciendo claramente en la construcción. Los insumos no dejan de encarecerse, y el mercado vacila.
La inflación puede descuajeringar muchos engranajes, a partir de una puja distributiva alimentada por la reactivación y el impacto de ésta sobre el desempleo, momento que no se decide todavía a llegar como fenómeno generalizado. Lavagna se juega a un dólar nominal estable, pero si los precios internos se lanzasen a correr habría un descenso del tipo de cambio real, con la consiguiente amenaza para el balance comercial y la señal adversa para las inversiones (si bien mermaría el costo del equipamiento).
Pero lo peor políticamente es que el choque entre Economía y el Banco Central, con su conservadora estrategia de metas de inflación, se tornaría inevitable. Así que no es aventurado presumir que al ministro no necesariamente le urge que afloje la desocupación.
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