EL PAíS
• SUBNOTA › KIRCHNER PIENSA QUE EL CRIMEN BUSCA DEBILITARLO
Con la derecha en la mira
› Por Diego Schurman
Aunque se cuida de expresarlo públicamente, Néstor Kirchner cree que el asesinato del piquetero Martín Cisneros “busca debilitar” al Gobierno y romper su alianza con sectores del campo popular. Por eso, en la Casa Rosada sostienen que se trata de un crimen político y que detrás de éste se encuentra un complejo entramado de la derecha, del que no serían ajenas expresiones del propio Partido Justicialista.
Según pudo establecer Página/12, Kirchner fue armando el rompecabezas de lo sucedido desde China a través de distintos llamados telefónicos. Y se convenció de que demasiadas casualidades son suficientes para asegurar que la muerte de Cisneros no fue una casualidad.
Coincidió –en rigor, fue la noche previa– con las conmemoraciones de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Y también con el creciente pedido de la oposición, y en especial de varios medios de comunicación, de mayor rigor para evitar el “caos”, palabra con la que encuadraron las protestas frente a Repsol-YPF, las tomas de los McDonald’s o de los peajes de las autopistas del conurbano.
Sobre esas voces de alerta, los piqueteros y algunos funcionarios oficiales destacó la del ex jefe de Gabinete duhaldista, Alfredo Atanasof. La semana pasada el ministro del Interior, Aníbal Fernández, lo responsabilizó por las muertes de Kosteki y Santillán. Esta semana le endilgó haber enrarecido el clima. Desde Beijing, Kirchner evitó ayer poner el acento en Eduardo Duhalde y sus aliados. Más bien pidió “racionalidad” a sus ministros para evitar una escalada. El Presidente, según confirmó Página/12, está tan convencido de que el asesinato fue una provocación como de que ésta no será la última. El diputado Miguel Bonasso asumió esa hipótesis al evaluar que Cisneros es el primer muerto que “le tiran” al kirchnerismo, sin descartar que haya otros más a futuro.
Para ponerse al tanto de los sucesos, el Gobierno mantuvo contactos con los piqueteros afines. Por ejemplo, Luis D’Elía se reunió con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. Pero Kirchner también se enteró de primera mano de lo acontecido haciendo llamados personales al sindicalista de la CTA Edgardo Depetri, uno de los referentes del Frente Transversal Nacional y Popular.
Más allá del contenido de la hermética conversación, lo que subyace es un dato mucho más que simbólico: la protesta que este sector organizó para el viernes será en la Boca. En otras palabras, será la primera vez que ante la muerte de un representante del campo popular la demanda no se hará oír frente a la Casa Rosada.
No es casualidad: a la luz oficial, la comisaría 24ª es un paradigma de la corrupción. “Hace algunos meses había dispuesto al jefe de la Policía Federal una serie de acciones a través de Asuntos Internos para ver lo que sacaban en la comisaría 24ª”, señaló el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en un reconocimiento en privado de lo que es vox populi en los pasillos del poder. Amén de cualquier especulación, la consigna en la Casa Rosada es la misma: no reprimir la protesta, dejar que la Justicia avance en las investigaciones y reconocer, con tibieza y en voz baja, algunos errores propios y ajenos, como fue la participación activa de tres ministros en el congreso piquetero de Parque Norte o la toma de la comisaría por parte de un grupo que responde a D’Elía.
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