Mié 30.06.2004

EL PAíS • SUBNOTA

Debates

FEDERICO SCHUSTER*.
“Alentar el conflicto”

Cuando los medios más influyentes se proponen instalar un tema, generalmente lo logran. Y así es como los piqueteros que en su momento fueron analizados con simpatía en medio de una reacción más identificada con las clases medias, como en diciembre de 2001, hoy son vistos como el gran problema. En su momento la violencia de los ahorristas fue muy fuerte, pero no despertó casi rechazos. Ahora se trata de generar la idea de que las organizaciones piqueteras son focos potenciales de ataque institucional, y esto no es así. Creo en realidad que las organizaciones están más a la defensiva que a la ofensiva. Pero los movimientos piqueteros, con todos sus problemas de articulación, de estrategias, siguen siendo a la vez la única posible fuerza de resistencia al resurgimiento político de los sectores más poderosos. Y la estrategia de comunicación que se ha instalado frente a esto es la de forzar al Gobierno para sacarlos de escena y tratar de instalar en la opinión pública que son un peligro para las instituciones, la democracia y para cualquier posible resurgimiento económico. Y lo están haciendo los mismos sectores que intentaron lanzar con fuerza el tema de la inseguridad, y lo lograron relativamente, aunque esa cuestión luego se frenó. Ahora la línea es alentar el conflicto con los piqueteros, y en el medio suceden cosas como el asesinato del militante de la FTV, que es algo terrible. Lo grave hoy es que hay demasiadas muertes, y que en la mayoría de ellas –tanto de delitos como las que tienen alguna connotación social o política– aparecen cruzados elementos de las fuerzas de seguridad, los mismos a los que se les pide que actúen como garantes de las instituciones. El Gobierno debe entonces atender dos cuestiones. Una es la cuestión táctica, que debe ser evitar cualquier intento de represión y encontrar mecanismos de prevención (el problema es ver con qué fuerzas de seguridad cuenta el Estado para prevenir). El otro punto es que la única estrategia posible para terminar con este tipo de conflictos es avanzar con una política económica transformadora, con generación de empleo y distribución del ingreso.
* Politólogo, decano de la Facultad de Ciencias Sociales.



POR LEON ROZITCHNER*.
“Matarlos a todos”

Que los grandes asesinos hayan invertido la percepción de lo que nos pasa hasta hacer aparecer la violencia y la muerte del lado de los que la viven y la sufren es una proeza del “espíritu” y del “alma” de la antes culta Perla del Plata. Pasan del trazo grueso: “Hay que matarlos a todos (los piqueteros)”, al trazo fino y delicado: “Me parece una total falta de respeto (de los piqueteros) hacia la gente”. Asesinos respetuosos los argentinos.
¿Se dio vuelta el mundo? Los criminales, los cómplices impunes de los crímenes del pasado, ponen nuevamente la muerte en los hambreados que luchan, sobre cuyas huellas asentaron su poderío: quieren que se imponga la ley y se reprima a sangre y fuego para gozar sin estridencias de los bienes del despojo. No quieren que los gritos cundan. Porque si hay gente que se muere de hambre, no quieren ni pensar que lo que gozan y dicen suyo es producto de haberlos despojado. Todos, e increíblemente hasta la pobre gente, se aliaron de pronto con la recua de los post genocidas: coinciden en que deben limitarse las quejas sonoras y audibles, los obstáculos por medio de los cuales la protesta puede expresarse. Quieren una protesta sin ruido, una acción sin presencia, una existencia sin huella: una protesta que no exista como protesta. Quieren que los despojados y condenados a la lenta pena capital del hambre, la enfermedad y la muerte jueguen al oficio mudo: sin hablar y sin reír, como juegan los niños. Que no ejerzan una presencia que disturbe ese sueño sin pesadillas de los justos. Que pueda permitirles a las almas limpias la indiferencia y el soslayo: un bello espectáculo de mimos de una murga que representa el espectáculo de los pobres. La clase media, esa bella miseria humana expandida y multitudinaria de sueños tontos en miradas sin brillo que el vacío de la muerte ahueca, podría aplaudirlos. Y si osan sobresalir para ser notados, deben ser otra vez asesinados, para que aprendan que su destino es ser el sobrante de sus dignos ciudadanos ahítos.
En verdad, la representación de la realidad ha sido dada vuelta. La imagen lisa, televisiva, y la prensa, han destruido el pensamiento, la capacidad de ligar lo inmediato a las causas de su existencia. Sólo una sociedad llevada por el terror hasta el extremo de la estupidez y la chatura, despojada de afectos, de imaginación, de sensibilidad, empavorecida, puede haber despojado de significación a lo que ven y perciben acobardados por sus ojos diariamente, pero que la inteligencia no anima.
Todos los poderes que el terrorismo de Estado había implementado durante el genocidio se han unido para aparecer simultáneamente conformando una imagen invertida de sus complicidades. La prensa, la televisión y la radio vuelven a traernos la imagen de apoyos que hicieron posible el genocidio. Son los mismos que amenazan con lo mismo, y aceptarían que el exterminio directo volviera a repetirse, mientras se callan ante este genocidio lento donde se consume la vida de la mayoría de los argentinos. Trabajan con el imaginario del terror militar: miran con los ojos de los asesinos. Como son sus cómplices, critican a los piqueteros desde los voceros del Proceso genocida. Para uno de ellos ya ni siquiera hay dos demonios, hay uno solo: el de los piqueteros convertidos en guerrilleros.
* Filósofo.

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