Ex compañero de colegio de Felipe Solá, amigo de Carlos Corach y de Eduardo Duhalde y hombre de confianza de Alberto Fernández, el flamante secretario de Seguridad Alberto Iribarne es un cuadro peronista hecho y derecho, que vuelve a un cargo que ya conoce, en el que había sido designado luego de la masacre de Avellaneda.
Abogado y profesor universitario, Iribarne comenzó a militar desde joven, en la Juventud Peronista. “Yo lo vi corriendo por la calle tirando bombas al lado mío”, recordaría más tarde el actor Gerardo Romano.
En 1983, con el retorno de la democracia, sus credenciales de militante histórico y su alineamiento con la renovación lo ubicaron en el estratégico cargo de prosecretario del Senado. Más tarde fue secretario de Gobierno de Carlos Grosso, convencional constituyente y diputado nacional, hasta que Carlos Corach, al que conocía de sus años de su estudiante, lo convocó como viceministro del Interior.
El lugar al lado de Corach no le impidió acercarse a Duhalde, y por aquellos años funcionó como nexo habitual entre el Ministerio del Interior y la gobernación bonaerense. Fue jefe de campaña de Duhalde en el primer tramo de la campaña de 1999 y tres años más tarde, cuando el ex gobernador asumió la Presidencia, asumió al frente de la Casa de la Moneda. El cargo no era muy interesante (antes lo habían ocupado Carlos Gostanian y una amiga de Inés Pertiné), e Iribarne encontró un destino más desafiante y prometedor en agosto del 2002, cuando la crisis que generó la masacre de Avellaneda convenció a Duhalde de ascender a Juan José Alvarez al Ministerio de Justicia y designar a su ex jefe de campaña como secretario de Seguridad.
En mayo del 2003, Néstor Kirchner lo designó como síndico general, aunque su vocación política estaba volcada a trabajar en la candidatura de Alberto Fernández en la Capital. “No vamos a criminalizar la protesta”, había dicho dos años atrás, cuando Duhalde lo designó como secretario de Seguridad: una promesa que pronunció en aquel momento y que deberá sostener a partir de mañana.