EL PAíS
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Cuatro visiones sobre el diálogo
- Lucas Rubinich, sociólogo: “El acercamiento puede ser bueno, pero lo que quizás me preocupa es la imposibilidad de acercarse desde una mirada novedosa. Los grandes partidos tienen tradiciones productivas e innovadoras, por más que a veces estén un poco escondidas. Y cuando se reactualizan estas tradiciones se puede reorganizar las fichas del tablero político. El problema es si se acerca desde un lugar más cansado, sólo para salir de una coyuntura de crisis, y no para activar estas tradiciones”.
- Juan Manuel Abal Medina, politólogo: “Es una apuesta riesgosa porque pone en juego el elemento de novedad que había introducido Kirchner en el sistema político argentino y que había conmovido a una parte importante de la sociedad. La foto con Leopoldo Moreau en el homenaje a Balbín es ilustrativa de lo que estoy diciendo. No creo de todos modos, que sea totalmente negativo, pero sí me parece que puede tener sus costos si con esto se termina por reconciliar el viejo bipartidismo argentino. El problema es que al no haber construido una base propia de poder, cuando hay problemas lo más fácil es recostarse sobre lo viejo. Y el riesgo es que se convierta en lo viejo con cara nueva”.
- Analía del Franco, directora de la consultora Analogías: “En la Argentina funciona una ley general de la opinión pública, que en general mira con buenos ojos cuando los políticos se ponen de acuerdo y critica las peleas y las internas, las disputas de poder. Por eso creo que este reacercamiento puede ser una buena señal. No creo que pueda ser leído como un acuerdo de cúpulas, como un pacto partidocrático, porque Kirchner ya se ha ganado ese componente innovador, de pararse cerca de la sociedad y frente a las estructuras tradicionales. Si no lo abandona, y no creo que lo haga, no tiene por qué perjudicarlo”.
- Nicolás Casullo, sociólogo: “El peronismo, visto desde la grieta que separa sus viejas estructuras de ideas muertas y la idea transversal por ahora demasiado frágil y difícil de entender, es la escena del drama argentino popular y a la vez, la única posibilidad, de poder zanjarse esa grieta, de un proyecto para el país que no sea la barbarie de la derecha neoliberal. No hay posibilidad de un proyecto mínimamente digno sin la huella simbólica del que se vayan todos, y no hay gobernabilidad en sentido de justicia social sin ese partido histórico cierto y concreto. El resto a este drama de difícil solución es la democracia imposible, un set de TV, un cierto elenco estable de una rutina massmediática que fusiona magistralmente derecha e izquierda, pastiche y minutos en el aire”.
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