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“Un cuadro de la represión”
LILIANA CALLIZO, UNA VICTIMA DE CESAR ANADON
Por C. R.
Desde Córdoba
Secuestrada el primero de septiembre de 1976, a los 22 años de edad, Liliana Callizo, ex militante del PRT, fue inmediatamente trasladada al campo de concentración La Perla, el más importante del Tercer Cuerpo de Ejército, donde conoció al coronel César Emilio Anadón, el máximo responsable del “infierno cordobés”. Estuvo presa más de tres años, hasta que salió en libertad condicional. En esa situación escapó a Uruguay, de ahí a Brasil y luego a España, donde se radicó y estudió economía ecológica. Desde que volvió al país, hace ocho años, trabaja en la granja-escuela que fundó con su hijo Manuel. En diálogo con Página/12, contó quién fue César Emilio Anadón.
–¿Te acordás de este coronel?
–Sí, claro, era el jefe del Destacamento de Inteligencia 141, que manejaba La Perla, y el responsable de decidir, planificar y ejecutar los secuestros en la calle, los traslados y los fusilamientos. Una o dos veces por mes llegaba a La Perla, pedía explicaciones de todo a sus subordinados y recorría la cuadra, donde estábamos los detenidos políticos.
–¿Cuál era su importancia en la estructura represiva?
–El 141 controlaba la actividad de inteligencia y espionaje de todo el aparato represivo. Bajo su mando estaban la “sección política”, que decidía a quién secuestrar; el Campo de La Rivera; “el grupo calle”, que ejecutaba los secuestros, y los espías civiles y militares. Además de controlar la logística, el personal, la sección finanzas, el sector automotor, los archivos, el ingreso y traslado de prisioneros. Casi nada quedaba fuera de su órbita.
–¿Cómo lo definirías?
–Como un auténtico cuadro de la represión. Un jefe con capacidad de mando, seguro, prolijo y obsesivo en su trabajo, soberbio y orgulloso de su rol. Un militar de fuertes convicciones ideológicas, profundamente anticomunista, pro fascista, culturalmente preparado y con independencia de criterios. El decía que la represión era un proyecto a largo plazo y tenía plena conciencia de lo que iban a generar en la sociedad los métodos que la dictadura estaba aplicando.
–¿Qué sentimiento te produce que se haya suicidado?
–Son sensaciones ambiguas, se mezclan la impotencia, rabia y dolor de que la justicia nunca llegue. Que muera en su casa, con su familia, sin haber sido juzgado. Supongo que el suicidio explica su incapacidad para soportar la presión, pero es hora de que los militares respondan ante la historia por el genocidio. Y el Estado, a través del Poder Judicial, es el responsable de que eso suceda algún día. Por el futuro de la humanidad.
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